Diez años después de haber ganado la corona de Señorita Costa Rica, en 1989, Luana Freer no imaginaba que volvería a pisar un escenario como candidata a reina de belleza.
Sus días transcurrían -hasta ahora- entre alistar a sus hijos Marian y Ari para que vayan al kinder, administrar una tienda por las mañanas y -en las tardes- grabar En su casa, el programa que conduce en canal 2.
Sin embargo, la vida suele dar sorpresas y Luana ha tenido que agregar algunas horas de gimnasio a su rutina diaria, pues dos semanas atrás recibió la propuesta de representar a Costa Rica en el certamen Señora Mundo.
"Me costó aceptar. Recuerdo con cariño lo que viví como Miss Costa Rica, pero estoy muy involucrada en mi trabajo y no se me había ocurrido volver a concursar", confiesa la conductora, casada con Marvin Fishman.
La idea de revivir aquella experiencia terminó por convencerla y, a sus 32 años, esta rubia de piernas largas viajará a Jerusalén para ser -de nuevo- candidata a reina de belleza. El certamen se efectuará el 2 de diciembre.
- ¿Esta invitación la emociona tanto como le ilusionó participar en Miss Costa Rica?
- Es una ilusión diferente. Aquella era más fuerte porque yo estaba jovencita y había una carga de ingenuidad en mi deseo de participar. Ahora se trata de una decisión más meditada, impulsada por la oportunidad de conocer Jerusalén, aprender cosas nuevas y volver a vivir eso que una vez significó tanto para mí.
- ¿Por qué ha defendido los concursos de belleza frente a personas que los consideran una forma de explotar a la mujer?
- Porque yo nunca fui explotada. La inscripción en estos concursos es voluntaria y uno acepta las condiciones, que implican realizar un trabajo arduo y honesto. Algunas personas critican los sacrificios que deben hacer las candidatas, pero eso es profesionalismo.
Además, la posibilidad de que algunos hombres lo vean a uno en forma indebida está a la vuelta de la esquina, no es un problema de los concursos.
- ¿Cuáles atributos puede mostrar ahora que no tenía hace diez años?
- Principalmente, la madurez: ahora estoy más tranquila, muy segura de lo que quiero y de cuales son mis prioridades. Creo que uno refleja esa seguridad.
- Y, ¿qué cualidades ha perdido desde ese entonces?
- Después de diez años y dos hijos, mi cuerpo ya no es el mismo.
- ¿Qué hace para mantenerse en forma?
- Siempre estoy pendiente del espejo porque quiero verme bien, gustarme a mí misma sin importar lo que opinen los demás.
Mantengo una alimentación balanceada, pero no hago dietas ni voy al gimnasio. Ahora estoy haciendo ejercicio para endurecer ciertas partes del cuerpo y reducir otras antes del concurso.
- ¿Cómo logra conciliar sus funciones de madre, esposa, empresaria y presentadora de televisión?
- Tengo que levantarme muy temprano, mantener el orden en todo lo que hago y rezar, porque a veces siento que el día nunca va a terminarse.
- Usted comenzó las carreras de periodismo y derecho, pero no las pudo concluir. ¿Piensa retomarlas algún día?
- Sí, quiero terminar mi carrera de periodismo. Me gustaba estudiar derecho, pero no me veía ejerciendo esa profesión; en cambio, me encanta el periodismo y lo que hago en mi programa: comunicar.
- ¿Cuáles estereotipos ha tenido que vencer como reina de belleza?
- Primero, el de que una representante de belleza es un maniquí, alguien con muchas curvas y nada de cerebro.
Segundo, el morbo: la gente supone que si te ves bonita en traje de baño hay una intención sexual en lo que hacés.
- ¿Qué porcentaje de sus logros ha alcanzado gracias a su corona?
- Una tercera parte, porque el certamen me impulsó, me dio experiencia en los escenarios, me acostumbró a proyectar mis ideas y a desenvolverme en la vida pública.
- Y el resto del éxito, ¿a qué lo atribuye?
- Una tercera parte empecé a construirla desde niña, cuando participaba en los concursos de oratoria y actos cívicos de la escuela. La "principal tercera parte" se la debo a Dios, a mi familia, al apoyo de mi esposo..., a esas cosas que algunos consideran suerte y yo llamo bendiciones.