Dentro de poco ya no será necesario topar con cerca y doblar cincuenta varas al norte hasta encontrar el ciprés torcido con el cartel de perro bravo. Ahora uno puede conectar el destino deseado al GPS y el carro irá siguiendo la ruta indicada en la pantalla creada por la nueva tecnología. No se puede perder. Las neuronas orientadoras de nuestro cerebro podrán descansar en paz.
Desde el punto de vista biológico, el ser humano evoluciona adaptándose convenientemente a sus circunstancias. La pregunta es si nuestro cerebro evoluciona de la misma forma o si debemos hablar de desarrollo cuando los investigadores descubren que somos más inteligentes que hace cien años. Basados en las pruebas para medir el coeficiente mental, ahora somos capaces de resolver, acertadamente, el doble de los mismos ejercicios planteados hace un siglo. Década tras década, los niños resultan más despiertos que sus antecesores.
Todo empezó cuando Pitágoras y sus colegas descubrieron a las matemáticas como la razón de la belleza. Así se llegó a la perfección de los templos griegos, construidos para ser apreciados de afuera. Después fue la ciencia, en el Renacimiento, la que impulsó a crear suntuosos espacios que todavía son habitados por las nuevas burguesías. Ahora es el momento de la tecnología, que pone a nuestra disposición desconcertantes innovaciones que desafían al tiempo y al espacio. El hombre ya no es la escala, sino el exceso.
En la actual era de la tecnología las funciones cerebrales se ven afectadas por nuevos requerimientos y sustituyen, o sintetizan, procesos mentales usados anteriormente de otra forma. Hasta hace poco, la inteligencia se valía de la acumulación de datos, aptos para resolver problemas. Ahora, ya nos cuesta recordar los números de teléfono más usados, porque ¿para qué? si los tenemos almacenados en el celular con nuestra música preferida, el estado del tiempo, la agenda diaria y el aniversario de bodas.
Para los maestros, es un reto dar clases a los estudiantes si se tiene en cuenta que estos desde su nacimiento, o casi, incorporaron hábitos diferentes en cuanto al acceso y capacidad de procesar información. El cerebro, ahora, trabaja de otra manera, es capaz de desarrollar varias actividades al mismo tiempo y de retener y manipular mayor información. Esto se debe, suponen los investigadores, a la aparición de las redes sociales que permiten comunicarse con viejos amigos, hacer nuevas amistades y tratar con desconocidos. Esta variedad de situaciones obligan a estar atentos a los cambios constantes y a considerar opiniones diversas que nos llevan a asumir nuevas posiciones personales. Las novedades sociales, intrascendentes o no, activan nuestra memoria inmediata y crean interrelaciones de diferentes hechos, lo que puede incidir en el desarrollo de la creatividad.
En el caso de los niños que acaban de nacer, es impresionante descubrir lo rápido que se integran al mundo de la computadora, que se vuelve su compañera de juegos y su maestra. Es sorprendente la rapidez visual y motora con que se vinculan a los nuevos aparatos y la concentración y atención que prestan a los ejercicios con que aprenden. No sería raro que el coeficiente intelectual de estos niños supere largamente el nuestro, cuando nos enseñaban a jugar con cubos de madera.
Lo importante es el efecto que esta innovación causará en los adultos mayores. No en los de ahora, que apenas entendemos cómo manejarnos en las redes sociales, ni las encontramos atractivas, sino en aquellos que actualmente pertenecen a las cofradías cibernéticas y que algún día llegarán a viejos.
La falta de comunicación con sus escasos amigos es una situación que entristece actualmente al adulto mayor. La ventaja que tendrán los cibernautas de ahora es que, ellos sí podrán enfrentar una larga vejez, disfrutando la compañía de sus fieles amistades en la red.