Antiguamente, al torero se le pagaba su faena con la carne del toro que mataba. Para que pudiera reconocer al animal, le cortaba una oreja. Hoy, los toreros cobran sumas apropiadas por el espectáculo que brindan y por el riesgo que corren, de manera que las orejas se convirtieron en trofeo, un trofeo que, dicho sea de paso, ningún torero podrá llevarse de la Plaza de Zapote, donde el único reconocimiento son los aplausos.
A diferencia de lo que ocurre en España, México, el resto de Centroamérica y Suramérica, en Costa Rica, la crueldad con los animales no solo es mal vista , sino que es delito, de manera que el nuestro es el único país en que se celebran corridas de toros sin sacrificar al animal y sin maltratarlo de ninguna forma. En Portugal tampoco se mata el toro, pero sí se le colocan las banderillas.
Debido a esta política, cuando en Zapote se celebran corridas a la usanza española, se limitan a hacer unos pases con el capote y, saltándose las banderillas y el picador, pasar directamente a la muleta. Esta situación suele poner en apuros a los toreros que, por lo general, acaban en forma un tanto deslucida. El maltrato con la lanza y las banderillas tiene por fin debilitar al toro, de manera que aquí, al no sometérseles a semejantes torturas, tienen que vérselas con un animal que durante toda la faena está como nuevo.
Este año, en Zapote participarán los toreros, Jesús de Fariña de España y Aníbal Vásquez de Perú. El primero acaba de finalizar una fructífera campaña en Perú, donde cerró al cortar una oreja en la plaza limeña, La Taurina. El peruano Vásquez en los últimos meses se ha entrenado en su ciudad natal, Trujillo, al norte de ese país. Además, el redondel de Zapote reunirá a dos toreros mexicanos, un colombiano, un francés y tres costarricenses.
Sin embargo, ninguno podrá ni siquiera cortar una oreja. Nuestras preferencias taurinas se inclinan más por la monta y las corridas a la tica, después de las cuales el animal regresa sin cicatrices al potrero, a gozar de la compañía de las vacas. Es posible que la repugnancia del tico por derramar sangre, unida a nuestra famosa pobreza durante la Colonia, haga que nos resulte chocante matar a un animal por pura diversión. Sin embargo, a pesar de lo polémico que pueda resultar, el arte taurino encierra todo un universo de símbolos, a veces un tanto difícil de descifrar.
Pecularialidades
El matador Juan Guajardo observa que todo el protocolo parece basado en el número tres. En una corrida, presidida por tres jueces en el palco, con tres jueces en el callejón, hay tres matadores, tres banderilleros por cada matador, el espectáculo se divide en tres tercios y la arena, en tres zonas.
Las dinastías son otra peculiaridad de este mundo. El primer torero profesional, Francisco Romero (Ronda 1725) inició una dinastía torera que continuaron sus hijos y nietos. Otros matadores también heredaron
el oficio a sus descendientes. En la actualidad, por ejemplo, Francisco Rivera Ordóñez, de apenas 23 años, es hijo, nieto y bisnieto de torero.
El matrimonio entre torero y cantante folclórica es otra tradición. Arturo Márquez, torero, se casó con Conchita Fiquer, cantante. Tuvieron una hija, Conchita Márquez Piquer, también cantante, que casó con el Curro Romero, torero Los casos más recientes y conocidos son los de Alfredo Leal con Lola Beltrán, Ortega Cano con Rocío Jurado, y Paquirri con Isabel Pantoja.
Personas de toda condición han vestido el traje de luces. Desde analfabetos hasta aristócratas, incluido un pianista, como Manolo Granero y un gran escritor de teatro, como Ignacio Sánchez Mejías, quien murió de una cornada y a quien su amigo Federico García Lorca dedicó su famoso Llanto.
Los aficionados a la fiesta brava son también de una variedad asombrosa: poetas como Federico García Lorca y Rafael Alberti, escritores como Camilo José Cela y Ernest Hemingway, además de compositores, actores y cantantes como Agustín Lara, Orson Welles, Cantinflas y don Pedro Vargas. Incluso se cuenta que don Pedro Vargas quería ser torero, mientras que su amigo Pepe Ortiz, que era torero, soñaba con ser cantante.
Tal vez por haber contado siempre con grandes artistas entre sus aficionados, a propósito del arte taurino existe toda clase de obras de arte. Varios cuentos de Cela, infinidad de poemas de Alberti y Lorca, canciones, coplas, las pinturas de Goya y de Zuloaga, películas de distintos directores (inclusive una de las más polémicas de Almodóvar) así como la ópera Carmen, giran alrededor del " último gladiador" como lo llamara Miguel Bosé, hijo de torero y actriz.
Alberti señalaba que la emoción de los toros está en el duelo entre la muerte oscura contra la muerte iluminada, en el olor de la sangre pisoteada en la arena. Cela, por su parte, en uno de sus cuentos relata la morbosa costumbre de un perdido pueblo de Andalucía, que cuando un torero sufría una cornada, corría a mojar sus botas en la sangre, porque existía la creencia de que los zapatos, mojados en esa mezcla de sangre humana y animal, durarían más. Luego se iban a bailar mientras el torero agonizaba y solo interrumpían el baile unos minutos cuando llegaba la noticia de su muerte.
Todas estas historias, tradiciones y símbolos no dejan de sernos un tanto ajenos, pero todo parece indicar que el arte taurino, a pesar de contar con enemigas como Brigitte Bardot y Lolita Ayala, no solo entrará al siglo XXI, sino, afirman sus fanáticos hasta el XXII.
La plaza
Las corridas de toros tenían lugar en la plaza del pueblo, por eso, al comienzo de cada corrida, los alguaciles apartaban al público y de allí derivó la costumbre de partir plaza con un desfile.
En los inicios, se toreaba con la misma capa que servía de abrigo y los toreros iban vestidos de majos, con chaquetilla, pantalones a la rodilla, medias altas y zapatos con hebilla.
El primer torero profesional fue Francisco Romero, quien inventó la muleta (tela entallada con un palo, que se sostiene conjuntamente con la espada). Su nieto, Pedro Romero, le dio la forma definitiva a este instrumento. Pedro Romero, que toreó hasta los 75 años, mató más de 2.000 toros sin recibir ni un rasguño.
El primero que adornó su traje con luces fue Joaquín Rodríguez, en Sevilla, en 1750.
Las hombreras y las rocetas fueron introducidas por Francisco Montes, Paquiro, en 1800.
El traje es ajustado para evitar que los cuernos se enreden en la tela, así como para que el viento no pueda agitarlo y despertar así la atención del toro. Hoy cada matador utiliza colores y diseños distintivos.
Los pases
La Verónica: Ponerle al toro el capote de frente, como cuando la Verónica le puso un lienzo en el rostro a Jesús.
La Chicuelina: Capote de frente con el torero girando en dirección contraria al toro y envolviéndose.
La Gaonera: Con el capote en la espalda.
Estatuario : Quedarse quieto y levantar la muleta.
Derechazo : Muleta en la mano derecha.