Cerdos, perros, hombres y monolitos cuelgan con la mayor liviandad de las hojas de Adrián Arguedas. Dibujados o empujados a la fuerza sobre el papel, no revelan, sin embargo, signos de violencia en la transacción: todo se ve impecable, desde el tenue trazo del lápiz rojo hasta las vetas de la madera partida, perfectamente impresa con tinta negra. Una vez más, el conocido grabador costarricense Adrián Arguedas deja tras él un rastro inconfundible. Su nueva exposición se llama En voz baja, y sus personajes, increíblemente hieráticos a pesar del esfuerzo en que parecen encontrase, emanan un silencio no muy sereno. Por el contrario, dibujo y xilografía exhiben una paz forzosa; un sudor seco. Evocando las imágenes de Muybridge y yendo más allá de ellas, las 16 piezas de gran formato de Arguedas son un terreno preparado con alevosía arquitectónica: desnudas y enormes, las figuras viajan por el tiempo y a veces parecen prehistóricas, clásicas y hasta pueblerinas. "Cada personaje antagoniza con su situación y con los otros, ya en las alturas de un pedestal o embarcado en un viaje sin destino cierto, se muestra enajenado de sí mismo, de los demás y de su entorno", escribe el curador Efraím Hernández. "La misma naturaleza del montaje enfatiza esa fragilidad intrínseca a la condición humana, que expone Adrián Arguedas con imágenes sólidas y rotundas de una consistencia casi escultórica y de una elocuencia contundente", concluye.