EL AMOR SE RECICLA, porque siempre tiene una segunda oportunidad, o porque puede surgir en un segundo intento, o porque depende de una nueva mirada. Más o menos esto es lo que sucede en la película que se estrena en el país mañana, titulada (¡por supuesto!): Amor a segunda vista (2002).
Se trata de una comedia romántica, donde el humor sentimental aflora casi solo. Es un tipo de cine que tiende a repetirse en su estilo monotemático, y que -sin embargo- gusta mucho al público, tanto que ya los espectadores identifican bien a sus actores preferidos en este arte.
Ahí están, entre otras, Julia Roberts, Meg Ryan, Drew Barrymore, Cameron Díaz, Jennifer López, Jennifer Aniston y -por supuesto- Sandra Bullock. También están, entre otros, Richard Gere, Ben Stiller, Tom Hanks, Brendan Fraser, George Clooney, Chris O'Donnell y -sobre todo- el británico Hugh Grant.
Así es: el éxito de una comedia romántica depende de la "química" entre la pareja envuelta en líos sentimentales, y no hay duda de que en Amor a segunda vista lo mejor es el carisma que tienen Hugh Grant y Sandra Bullock, porque la dirección de Marc Lawrence se limita tan solo a llevar bien las fórmulas de siempre.
Precisamente, este es el primer trabajo de Marc Lawrence como director (a la vez es guionista, y escribió buenos diálogos). Ustedes lo recordarán por el guión de una reciente comedia con Sandra Bullock: Miss Simpatía (2001, de Donald Petrie).
Tal vez la historia de Amor a segunda vista sea simplona, a la primera mirada de la crítica, pero -de alguna manera- se las ingenia para ser más atractiva conforme avanza. Se trata de una abogada (Lucy), quien lucha por los más desfavorecidos, pero termina trabajando para George, millonario cuya frivolidad está de acuerdo con los dólares que posee, en un mundo rosa que olvida los bolsones de miseria que existen por todo lado y en los propios Estados Unidos.
Cinco años después, Lucy se hastía de mediar entre ricachones, solo que George la necesita, y no solo por razones de trabajo. La olla del amor se destapa cuando se reeencuentran, a la segunda ojeadita entre ambos, y el millonario está dispuesto a ser más pobre (lo que todavía -al escribir estas líneas- resulta lo menos convincente del folletín sentimental).
Lo que no olvidamos es un par de secuencias a las que Sandra Bullock les saca jugo: en una, cuando se emborracha mientras habla de sexo; en otra, cuando le dan unos retortijones que anuncian una diarrea galopante que solo se alivia entre pujidos en la taza de un excusado ajeno y ante su novio. Algo poco romántico, sin duda.