
Santander, España. EFE El cineasta Woody Allen y la New Orleans Band despidieron el viernes por la noche su gira española en el Palacio de Festivales de Cantabria, en el norte de España, donde lograron transmitir su pasión por el viejo jazz sureño, una música centenaria pero llena de vida que divirtió a un público ganado de antemano.
Al polifacético artista neoyorquino y a su banda, liderada por el carismático Eddy Davis en el bajo, se les nota que lo pasan bien tocando juntos y que llevan mucho tiempo compartiendo su entusiasmo por el antiguo jazz , la misma música que suena en las películas del autor de Manhattan.
Arropado por buenos instrumentistas, Allen consiguió contagiar ese entusiasmo a las más de 1.600 personas que acudieron a escucharle al Palacio de Festivales y que le despidieron con un caluroso aplauso tras algo menos de dos horas de concierto.
El director, actor, guionista, escritor y clarinetista ocasional, que se desprendió del abrigo con el que salió a escena después de la primera pieza y atacó la segunda con la camisa arremangada, se dirigió a los espectadores en dos ocasiones: al comienzo del concierto para decirles que estaba muy feliz de encontrarse en una ciudad “tan bella” y anunciarles lo que allí iba a sonar, y casi al final de la velada, para presentar a su banda.
Lo que suena. Como en el resto de la gira, en la ciudad de Santander se escuchó el Para Vigo me voy en la voz del pianista Conal Fowkles, como un guiño de complicidad al público español.
Woody Allen, que ha viajado a Europa acompañado por su familia, llevó la música que le apasiona a Santander, después de actuar en el Teatro Liceo de Barcelona, el Kursaal de San Sebastián y el Teatro de la Ópera de La Coruña, donde ofreció un concierto gratuito que estuvo patrocinado por la Fundación Barrié.
Amor de toda una vida. Su amor por el jazz de Nueva Orleans nació cuando aún era un adolescente del Bronx aficionado a los deportes y, sobre todo, a los trucos de magia. A los 13 años se quedó fascinado por el sonido del saxofón del legendario Sidney Bechet y a los 15 ya tocaba el clarinete.
Desde entonces practica a diario y ha llegado a confesar en una entrevista que si falta a la cita con su instrumento un solo día, el sentimiento de culpa es completamente insoportable.
Su cita con el Michael Pub's, que cerró sus puertas en 1997, se convirtió también en ineludible, hasta el punto de que la esgrimió como excusa para no acudir a la entrega de los Oscar de 1978.
Cuando este local fue clausurado, Woody Allen y su grupo tuvieron que trasladarse con su música a otra parte: el café del Hotel Carlyle de Manhattan.
El autor de Annie Hall no se ha cansado de repetir que él no es más que un músico aficionado aunque su agenda internacional de conciertos no ha dejado de crecer en los últimos años y la gira europea actual es la más extensa que ha emprendido hasta el momento.
También es consciente, y no tiene ningún problema en reconocerlo, que a quienes acuden a sus conciertos les mueve más el interés por ver al famoso director Woody Allen, todo un icono del séptimo arte, que por la música.
Y no le debe faltar razón porque los conciertos de jazz que se han programado en el Palacio de Festivales suelen atraer a una discreta cantidad de público, fiel pero escaso. Nada que ver con el lleno de la noche del viernes, provocado por la presencia del polémico pero reconocido director de cine.