El llamado de la naturaleza timbra y timbra cada vez con mayor insistencia. Emite señales de alerta y, a veces, las manecillas del reloj biológico parecen avanzar a mayor velocidad que los pies. Cuantos más segundos pasen, más fuerte es la amenaza de que ocurra la fuga.
Debacle total; primero es una gota, luego siguen otras más que caen insistentemente. Ya es muy tarde para contenerse: una vez más, la vejiga hizo de las suyas.
La mayoría de los problemas de control de la vejiga ocurren cuando los músculos están muy débiles o muy activos, lo cual puede atribuirse a diversas causas.
Entre ellas están infecciones en las vías urinarias, atrofia vaginal o secuela tardía de varios embarazos y partos (en las mujeres), consecuencia de una cirugía de próstata o cuadros de estreñimiento severo.
Los especialistas mencionan cuatro tipos de descontrol en la función de la vejiga. El primero es la
El cuarto tipo es la
Otros factores como ingerir líquidos en exceso o retener la orina por largos períodos pueden ser detonantes.
Las fugas de orina no son una condición exclusiva de adultos mayores, como se creía antes. Sin embargo, conforme mayor sea la persona, aumentan las posibilidades de tener cierto grado de incontinencia por rebosamiento o por esfuerzo. Este padecimiento es más común en pacientes de 40 años o más.
El médico urólogo José Ardón Acosta asegura que el 35% de las mujeres con edades entre 40 y 60 años presenta algún grado de incontinencia; en los hombres, el porcentaje es mucho menor. No obstante, ambas cifras se equiparan a partir de los 60 años.
Las estadísticas en Costa Rica, asegura Ardón, son muy similares a las del resto del mundo.
En los niños, la vejiga hiperactiva se llama enuresis, y es la tendencia a orinar muy seguido, sobre todo en la noche.
Otras poblaciones que pueden ser presas fáciles de la incontinencia son las personas con sobrepeso y las mujeres embarazadas, quienes orinan con mayor frecuencia. Igualmente, los pacientes con mal de Parkinson, Alzheimer, depresiones graves y algunas demencias tienen una mayor predisposición.
No es un mito: aguantarse las ganas es malo. En el largo plazo, una de las principales causas de incontinencia por rebosamiento es prolongar el deseo de orinar hasta no poder más.
El doctor Fernando Morales, director del Hospital de Geriatría y Gerontología Raúl Blanco Cervantes, asegura que “los que han sido aguantadores durante su vida luego pagan el precio”.
Con los cambios de la menopausia, añade Morales, es probable que surja el problema en algunas mujeres, especialmente por la disminución de estrógenos.
La recomendación, tanto para ellos como para ellas, es “tener una disciplina de orinar”. Esto significa ir al baño tantas veces como sea necesario, lo que dependerá de la cantidad de líquido que ingiera cada quien.
Hay medicamentos que pueden aumentar la producción de orina, como algunos diuréticos y antidepresivos.
El alcohol también provoca ese efecto al inhibir la hormona antidiurética.
La incontinencia no llega sola. Los problemas secundarios aparecen cuando el chorrito se convierte en visitante frecuente.
En el plano físico, la dermatitis es uno de los principales efectos visibles, así como las infecciones bacterianas.
A nivel emocional, los problemas se convierten en un denominador común pues, básicamente por razones de autoestima, tiende a disminuir la función sexual, aumentan la ansiedad y/o la depresión, y hay un deterioro en la calidad de vida.
“Se da una pérdida de confianza total, pues el paciente se vuelve inseguro y dependiente de otras ayudas (como pañales o sondas). Conozco a muchos que se aíslan socialmente hasta por la pereza de que, a cada ratito, deben estar yendo al baño”, cuenta Morales.
Es difícil prevenir la incontinencia; sin embargo, hay recomendaciones que pueden ser útiles para quienes la sufren.
La primera indicación profesional es poner en práctica los “ejercicios de Kegel”, que consisten en la tensión y distensión periódica y consciente de los músculos del piso pélvico, para así fortalecerlos. Se recomienda retener los músculos durante dos segundos y luego aflojarlos.
Cada secuencia de movimientos se repite en tandas de 10, por lo menos tres veces al día.
“Idóneamente los ejercicios deben hacerse por precaución y no necesariamente hasta que la persona tenga indicios de incontinencia. A diferencia de lo que se cree, no se recomienda detener el chorro de la orina; eso nunca debe hacerse”, asegura Ardón.
Al convertir esa opción de control en un hábito, también se mejora la capacidad de la persona para defecar.
Hay recomendaciones de fármacos de consumo oral, que funcionan calmando la urgencia y frecuencia de las ganas de orinar, especialmente en pacientes con vejiga hiperactiva.
En Costa Rica, en el medio privado, se realiza la estimulación eléctrica para corregir el problema. Ardón indica que, con esa opción, “los resultados son conservadores y no es de las mejores alternativas.
“Para los pacientes que siguen con fugas a pesar de que la potencia de sus músculos es buena, lo más recomendable es la cirugía”, comenta el urólogo. En ese caso, a través de una operación se colocan “mallas” uretrales para corregir la posición y forma de los músculos.
La incontinencia puede atenderse con protectores que absorben los goteos de orina. La publicidad de este tipo de productos anuncia como sus principales atractivos la discreción de su uso y la mitigación del olor que libera el líquido derramado.
Ardón afirma que “el pañal es una opción recomendada especialmente para los pacientes que no se puedan o quieran operar, y que, además, no den señales de mejora tras tomar las pastillas para incontinencia”.
“Su empleo puede ser de carácter permanente, principalmente para los pacientes que están en cama”, dice Morales.
En los casos más graves, se le coloca a la persona una sonda que permite el flujo controlado de la orina. Por higiene, esta debe cambiarse de forma periódica.
La gravedad de la incontinencia se diagnostica midiendo su intensidad y periodicidad: la fuga se considera leve si el goteo es solo de algunas gotas varias veces al mes, y moderada, si los goteos son diarios. Se clasifica como severa si se presenta un chorro continuo y fuerte. Finalmente, se incluye la categoría de aguda cuando la incontinencia es súbita y prolongada.
Lo que muchos quieren saber es si la incontinencia se cura. Morales sostiene que “si es por un problema de próstata, se puede resolver; si es por falta de disciplina de la vejiga, se le puede ayudar al paciente a ‘reeducarla’ orinando cada cierto tiempo. En tales casos –añade– se lleva a una persona al inodoro ‘quiera o no’”.