Albita Rodríguez, la cantante cubana del punto guajiro, un estilo sencillo y poético de corte campesino, se presenta el próximo martes en el Teatro Nacional, a las 8 p.m.
Esta mujer de aspecto andrógino sigue cautivando adeptos donde va con su música de Cuba. En estos momentos está de gira por distintos países de América. En una pausa de la misma, Viva localizó a Albita, en la capital de Ecuador, Quito.
El espectáculo que presenta la intérprete de No se parece a nada, el disco que la lanzó a la fama internacional en 1995, se basa en sus tres álbumes más recientes: el citado, Dicen que... y Una mujer como yo.
"Una mujer como yo fue una idea de la disquera, que me pidió un disco bailable para la Navidad. En él canto merengue, vallenato, plena, bomba. Otros ritmos no habituales en mí. Como usted sabe, las distintas comunidades latinas están muy mezcladas en Estados Unidos".
Albita lleva la música en el alma desde que nació en La Habana en 1962. Sus padres son grandes aficionados a la música campesina y frecuentemente se presentaban en la radio a cantar. Esa fiebre pareciera que no tendría mayor futuro, pues Albita decidió estudiar radiomecánica de aviación. Al año siguiente, al cumplir los 15 años de edad, sus progenitores le regalaron una guitarra. Definitivamente su vocación musical volvió para quedarse. "Cuando realmente soy feliz es cuando estoy en un escenario con mi grupo. Es cuando doy lo mejor de mí. No entiendo mi vida sin cantar".
Quiebra de estereotipos
Albita no responde a los parámetros de la típica cantante cubana. En primer lugar, no es negra, ni mulata. No posee formas rotundas, y tampoco es muy esbelta. Por el contrario, ahora, se presenta de rubio platino, le encanta la ropa ancha, normalmente de hombre, y gasta deliberadamente una imagen un tanto andrógina, que, una vez, en lo alto del escenario, se suele desvanecer.
La rumba es femenina y esta hija del son, también. Ese es el territorio de Albita. Puede llegar a ser rotundamente femenina, sobre todo, si tienen la oportunidad de ver el baile de las chancletas. Ese número es como una brisa que atraviesa el estrecho de la Florida, que de puro fuego puede acabar en huracán. Admite sin fisuras que no piensa cantar en inglés. "Soy consciente de que no todos entienden lo que canto, sobre todo, en las ciudades del norte de Estados Unidos, pero sí les llega el ritmo, la melodía. De niña oía a los Beatles, a Led Zeppelin, a Chicago y no entendía nada, pero me gustaban las canciones...". El teléfono no permite ver la expresión de sus ojos, que uno recuerda saltones y no muy grandes, el juego de sus manos, pero su voz llega cálida, casi transparente.
Cubanismo
Albita dice devorar mucha literatura cubana. Cita muchos nombres. "Admiro a Zoé Valdés. Leerla es como vivir de nuevo mi vida". La novelista habanera, residente en París, fue finalista del premio Planeta 1996. Su mundo literario es una hermosa enfermad: el cubanismo, el mismo que destila Albita.
En cambio, sus constantes viajes le impiden ir al cine, una afición que ha ido decayendo en sus ratos de ocio, aunque "me siguen gustando las comedias musicales, los viejos montajes de Broadway". Sin embargo, Hollywood ha llamado a su puerta. "No creo que pueda ser una buena actriz, aunque tampoco me lo han propuesto. Pero, sí me reclaman para cantar en bandas sonoras".
Algunos expertos han querido ver en Albita un cruce entre Beny Moré, por el son, y k.d. lang (*), la notable cantante canadiense de country, por la imagen. Ella recoge con admiración el piropo, pero entiende que es una exageración. Entre los planes de la cantante está el volver a Europa en febrero de 1998 para realizar una extensa gira.
Desde Miami al cielo
Cuando Albita llegó a Miami en 1993 no la conocía nadie salvo Willie Chirino, su padrino de entonces. Más tarde deslumbraría a Emilio Estefan para quien graba en su disquera.
Sus primeras armas las hizo en un restaurante llamado el Centro Vasco, situado en el barrio cubano por antonomasia de Miami, la Pequeña Habana. Una noche pasó por allí Madonna y para Albita todo tomó una dimensión desmesurada como la propia ambición rubia. Ahora, cuando sus compromisos se lo permiten canta en el club Yuca, los viernes y los sábados.
"Dentro de la farándula se habla mucho de Madonna, pero mis intereses son otros. Para mi fue muy importante la cantidad de cosas bonitas que me dijo hace año, año medio, Paco de Lucía".
La ilusión secreta de Albita, dice, es grabar con ese maestro de maestros de la guitarra flamenca. Ketama, el grupo flamenco de los hermanos Carmona, cada vez más escorados hacia los ritmos latinos, también le causaron una especial emoción.
Si el éxito se lo permitiese le gustaría cantar con Barbra Streisand a quien admira desde hace años, pero reconoce que "no me la imagino cantando un son, ni yo interpretando sus canciones. Me quedo con Paco."
A la par de ella está Miriam Wong, su mánager y amiga que la acompaña desde los días de Colombia, donde vivió dos años y grabó dos discos. Desde allí salió para México y además decidió no regresar a Cuba, pues no veía cómo prosperar en su país. La meta era alcanzar los Estados Unidos.
Ese viaje, a medio trecho entre la penuria y la literatura, le llevó al grupo, que hoy sigue unido, casi un año. Pasaron la frontera a pie, mezclados entre el gentío. Estaban en Texas. El exilio era un hecho.