Tiene tan solo 12 años, pero, desde hace dos, Alejandro Gazel Patiño se enfrenta cara a cara contra el osteosarcoma, o cáncer de hueso largo. Ese mal le obligó a dejar de lado las jornadas de escuela y las mejengas de fútbol, para darle paso a una rutina de hospitales, internamientos, sesiones de quimioterapia, y operaciones.
Sin embargo, la enfermedad no logró evitar que terminara su primaria, y lo hizo con honores pues obtuvo el mejor promedio, en la provincia de Cartago, de las pruebas nacionales de sexto grado.
Hoy, los episodios de lucha por su salud se aproximan cada vez más al baúl de los recuerdos. Una prótesis de titanio que lleva en su rodilla será la marca que se los traerá a la memoria para siempre, y que lo acompañará el próximo mes, cuando vuelva a las aulas, esta vez, de secundaria.
Una bisagra en su rodilla
Alejandro era un niño normal hasta que, en noviembre de 2.000 sintió un fuerte dolor en su rodilla derecha. En ese momento comenzó su vía crucis.
Al principio, él y sus padres pensaron que era un problema muscular, pero el asunto era más complicado: el malestar persistió y pronto los médicos descubrieron que el dolor nacía en sus huesos.
Un tumor en la rodilla derecha demandaba soluciones: "Pensábamos en varias opciones, pero buscábamos la que le brindara la mejor calidad de vida", asegura su madre, Carmen Patiño.
Según el doctor Willy Bolaños, ortopedista y cirujano del Hospital Nacional de Niños, se manejaba la posibilidad de amputar la pierna o fusionar los huesos, a falta de la rodilla. Si se hubiera llevado a cabo esta última, la pierna de Alejandro habría quedado sin capacidad de flexión.
En medio de todo, existía una ventaja y era que el tumor no había afectado ningún músculo, por lo que decidieron realizar una cirugía nunca antes practicada a un niño aquí en nuestro país.
La intervención quirúrgica se efectuó el 30 de marzo de 2.001, luego de los ciclos de quimioterapia recomendados. Los doctores Bolaños, Róger López, Patricio Álvarez y Víctor Chaves asumieron la misión de colocar una especie de bisagra de titanio (llamada Finn) en la rodilla de Alejandro. Ese dispositivo le permitió flexionar la rodilla y caminar normalmente. Además, es extensible para que crezca con él.
Alejandro cuenta que solo tuvo "un poco de miedo y tristeza".
El resultado de la operación fue exitoso: "Lo único malo fueron los dolores que tuve al día siguiente de la operación", recuerda, aunque sabe que esas molestias postoperatorias son normales.
Aprender a caminar
Tras la cirugía, vinieron otras cuantas sesiones de quimioterapia y la rehabilitación para aprender a manejar la prótesis. "Se adaptó muy bien. Comenzó a usar la andadera para caminar y pronto pudo hacerlo solo, sin necesidad de usar las muletas, ni el bastón", explica, orgullosa, su madre.
Y es que la recuperación parecía exitosa hasta que un inconveniente puso en alerta a médicos y familiares: aparecieron las temidas metástasis (células cancerosas) en los pulmones del pequeño, y con ellas volvieron las rutinas de quimioterapias y los trajines de hospitales.
El 14 de noviembre del 2001, día del undécimo cumpleaños de Alejandro, fue sometido a otra operación que también resultó bastante exitosa.
Esta vez, el calendario se puso en contra de sus estudios; sin embargo, Alejandro no tuvo inconveniente en terminar su quinto grado en la Escuela Bilingüe Sonny. Consiguió, incluso, una mención de honor.
Promedio ejemplar
Su sexto grado no pudo iniciarlo en la escuela. El riesgo inminente lo obligó el año pasado a frecuentes internamientos para sesiones de quimioterapia, los cuales se prolongaban durante cinco días, de lunes a viernes. Según su madre, las jornadas eran muy agotadoras y lo dejaban "muy bajo de defensas".
Alejandro no entró a las aulas, pero tampoco abandonó el estudio. Los sábados los dedicó a repasar las materias y recibió la visita de tutores todos los fines de mes, cuando se le aplicaban las pruebas que iban marcando su avance entre cada asignatura.
Y de verdad avanzó, al punto de que no solo logró graduarse, sino que también sumó excelentes promedios que primero le acreditaron como el mejor de su escuela, y, más tarde, como el más alto de su provincia en las pruebas nacionales de sexto grado.
En ninguno de esos exámenes que le aplicó el Ministerio de Educación Pública (MEP) obtuvo una nota inferior a 98. Es más, en tres logró la calificación máxima de 100. "Él hizo las pruebas normales, sin ningún tipo de adecuación curricular", confirmó a Viva Marta Fernández, encargada de prensa del MEP.
Eso sí, Alejandro acepta sin complejos que no le gusta estudiar y que prefiere jugar, aunque señala que cuando tiene que sumergirse en los cuadernos lo hace con mucha responsabilidad.
Una vida normal
Ahora, Alejandro espera una nueva intervención quirúrgica para extenderle la prótesis y hacer que sus piernas tengan el mismo tamaño actualmente la derecha es tres centímetros más pequeña que la izquierda.
Iba a ser operado el viernes, pero la cirugía debió suspenderse a última hora pues es tan complicada que se debe importar unos equipos especiales desde Estados Unidos, los cuales no llegaron a tiempo.
Por ahora, deberá asistir a citas en oncología cada dos meses, y practicarse una tamografía axial computarizada (TAC), cada cuatro meses.
Entre todo, lo único que extraña es jugar fútbol como antes: "Tuve que buscar otros deportes como el basket , el tenis, y el ping pong , que son más tranquilos, y no tengo que correr tanto", afirmó.
Su tiempo, mientras tanto, lo invierte en tocar batería y jugar al fútbol en videojuegos. Además, aprende todo lo que puede sobre tiburones. Sí, leyó bien, Alejandro es un gran fanático de esos escuálidos: "Me gustaría algún día poder bucear entre tiburones", confiesa con una sonrisa.
Eso sí, el próximo mes, este ya no tan niño regresará a las aulas para iniciar su secundaria en el Colegio Jorge Volio, de Cartago. Su vida promete volver a la normalidad, aún cuando será recordado por muchos como un ejemplo de superación y empeño.