La Academia Costarricense de la Lengua solo tuvo que esperar 40 años para que el gobierno costarricense cumpliera su compromiso de dotarla de una sede digna.
En un acto simbólico y sencillo, Abel Pacheco, presidente de la República, y Guido Sáenz, ministro de Cultura, le entregaron a los académicos el decreto donde les otorgan el antiguo Banco Anglo frente a la librería Lehmann, ubicado en pleno centro de San José.
Y es que en 1963, Costa Rica suscribió el Convenio Multilateral sobre la Asociación de Academias de la Lengua Española, en el cual el gobierno tico empeñó su palabra de proporcionar un edificio digno a su academia.
En abril del 2001, Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española (RAE), recordó este compromiso a Astrid Fischel, presidenta en ejercicio en aquel momento, y le volvió a pedir un espacio para los académicos costarricenses.
El director de la RAE prometió que cuando estuviese la sede, España contribuiría con dinero para la restauración y con una biblioteca.
Fischel aseguró que buscaría una sede digna y es hasta ahora que Pacheco y Sáenz concretan tal petición.
"Esto significa cumplir un compromiso y hacerlo bien", destacó Pacheco ayer en la Casa Presidencial.
Un paso a la vez
Alberto Cañas, Samuel Rovinski, Estrellita Cartín de Guier, Emilia Macaya y Jorge Charpantier fueron algunos de los miembros de la academia que asistieron ayer al acto y estuvieron contentos con este paso.
Cañas, presidente de la academia costarricense, comentó que en la sede quieren crear una biblioteca y un auditorio, entre otras necesidades.
No obstante, él recordó que la nuestra es una academia pobre y que ahora faltan recursos para acondicionar el sitio y ponerse a trabajar allí.
Por ahora, los académicos esperan que el Ministerio de Cultura les gire la subvención de ¢2 millones que les asignaron para este año. Asimismo, cuentan con el aporte mencionado del gobierno español.
Consultado acerca de la posibilidad de un presupuesto más grande para la Academia, Guido Sáenz manifestó que la idea es que dotarlos de más recursos, pero poco a poco.
"Necesitamos a la academia con desesperación, ya que ella es una vigía y nos debe alertar del mal uso del español", expresó.