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Estos pequeños milagros (2017), de Byron Espinoza; sello: EUNED.
La “ternura” no es un osito de peluche rosa, es la calma de quien abre espacio en el vínculo para que las personas se muestren tal y como son, sin la necesidad de imponer nuestro proyecto de vida. Eso es un buen inicio para los vínculos tiernos y comprensivos.
El Tríptico de la ternura (Escondite, 2013; Algunos sueños y otros paraísos, 2015 y Estos pequeños milagros, 2017), del escritor Byron Espinoza y publicado por la EUNED, propone una forma de vínculo lejana al autoritarismo y a la subordinación en las relaciones de pareja, familiares, escolares y por supuesto de amistad.
Con un tono sereno, mayormente, el autor facilita la comprensión de los vínculos humanos con la lozanía de la niñez: la primera inocencia. Perderle el miedo al otro y compartir, estar expuestos es dejarnos afectar: es el primer paso para conmovernos.
“No te asustés: / estas hormigas son amigables / y buscan, / únicamente, / el dulce rastro / que tu sonrisa / dejó en el aire” (p. 18, 2013). En la escucha atenta partimos del otro, de su voz, de su cuerpo y de su proyecto de vida. Los seres vivientes no son seres invisibles que podemos ignorar como gesto de humillación; el autor al darle voz –desde sus particularidades– al elefante, al cocodrilo, a la tortuga y al águila (p. 39, 2013) nos incentiva a esa escucha comprensiva. A escuchar la vida como actitud ética y estética.
También lo hace cuando uno de sus personajes le pide al mago, con tono desesperado, poder aparecer frente a las personas con el fin de que le presten atención: “Hoy vengo a decirle, señor mago, que puedo sacrificar esto y más, con tal de que me ayude, por medio de alguno de sus trucos, a dejar de ser invisible” (p. 45, 2015).
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Algunos sueños y otros paraísos, 2015.
Saber vivir en comunidad, con la naturaleza, es el gran reto del presente. Ir más allá de la empatía, calmar el dolor ya que dependemos de alguien. Esta conducta lejana a la “frialdad burguesa”, como la llamara Adorno, nos pide asumirnos en una vulnerabilidad que nos constituye como seres humanos, donde llorar es el gesto de valentía del humano y es ahí cuando puede aparecer una mariposa que beba de nuestras lágrimas: “Mi papá es fantástico. Mi mamá también lo era, pero se murió. Tenía cáncer de estómago […] Siempre, antes de dormir, me cuenta un cuento de misterio y una historia de mi mamá. Los dos lloramos y yo me duermo después de pedirle a Dios que me deje soñar con ella. Él escucha a menudo mis oraciones” (p. 84, 2017).
Y tras mostrar la herida, pedir auxilio y que sea dado –y con esto constantemente estar naciendo– el perpetuo flujo que permite comenzar de nuevo: “Con el nuevo día, viene una nueva oportunidad / para jugar / subir a los árboles, / extender las alas / y contemplar las nubes / desde arriba. / Con el nuevo amanecer / viene una oportunidad más” (p.15, 2013).
La escritura es la forma de reescribir historias y volverlas creativas, una forma de transmutar las experiencias agresivas en experiencias de cuido, como lo hacen los valientes tras la humillación. Todo se debe a la poesía, a esa capacidad de ser inventiva en el lenguaje y de sorprendernos. También hay diálogos sutiles y críticos, por ejemplo, hablar del “aburridísimo había una vez” (p.77, 2015) de las historias.
Metapoesía
La poesía hablando y actuando sobre sí misma, esta poesía no señala afuera del libro, nos señala hacia el libro, sus referentes. Cuando el autor nos dice “Línea” nos da una: __________, cuando nos habla de crecer: “creció y creció y Creció.” (p. 61, 2015). Nos da la experiencia gráfica y esto facilita la comprensión de los textos como algo que le sucede al lector.
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Escondite es del 2013.
También nos remite constantemente a las motivaciones y procesos que permitieron existir a este Tríptico de la ternura: “Al escribir indagaré cómo escribo”, diríamos con Laura Scarano. Inclusive, en Estos pequeños milagros aparecen unos cuadros que pintó el conejo Blas, que remiten a los dos primeros libros del Tríptico de la ternura: “Escondite, algunos sueños y otros paraísos y breves rincones de magia son sus cuadros favoritos. Los admira. Busca superarlos” (p. 38, 2017).
Estos recursos ponen en tensión la relación obra-mundo, ya que no hay que salir del tríptico para encontrar lo que muestra.
Estas estrategias metaliterarias hacen que –como lo afirma el crítico Gustavo Solórzano-Alfaro– las propuestas del autor sean sumamente inventivas dentro de la literatura para niños, aunado a esto los temas evidencian la diversidad de los afectos. Yo me animé a leerlo y, como en las grandes experiencias, no salí igual.
¿Y para qué un Tríptico de la ternura? El tríptico nos facilita experiencias de una inocencia artificial, un nuevo dispositivo, no para ser feliz, sino para contemplar la gratuidad de la pluralidad de la vida, dispuestos a bailar agradecidos.