
Las luces del cine se apagan y muy pronto, de golpe, algo se tuerce. Hacia el inicio de Bugonia (2025), un grupo de personas participa en un ritual silencioso, con movimientos precisos y gestos medidos. La cámara nos obliga a contemplar la escena con una atención incómoda. Algo parece estar fuera de lugar en este mundo en que lo familiar se vuelve extraño y lo humano parece mecánico. A partir de este punto, la amenaza crece sin que haya ocurrido, todavía, un acto evidente de violencia.
El cine dirigido por Yorgos Lanthimos no ofrece consuelo ni gratificaciones fáciles. Una a una, sus películas deforman la rutina, ponen en duda las normas sociales y exploran los límites de la conducta humana. De Canino (2009) a Bugonia, desde la Atenas griega hasta los suburbios de la América profunda, Lanthimos ha diseñado territorios donde la incomodidad es una forma de pensamiento, donde el humor negro convive con la tragedia y cada gesto mide la distancia que existe entre nosotros y lo inevitable.
La creación de un mundo
El viaje comienza en Grecia, donde Lanthimos orienta su mirada hacia lo extraño en lo cotidiano. Caninomuestra a una familia que vive aislada del mundo y obedece reglas inventadas por los padres. Los hijos repiten instrucciones sin dudar, y cualquier desviación se castiga en silencio. La escena en la que los niños imitan gestos adultos, sin emoción aparente, expone la lógica absurda que gobierna sus vidas. Lo familiar se convierte en amenaza; la rutina, en violencia. El espectador se mueve entre la risa nerviosa y el desconcierto.
Alps (2011) profundiza en esa exploración del absurdo mediante la imitación y la sustitución: un grupo de personas se hace pasar por fallecidos para acompañar a sus dolientes. Cada miembro adopta las características del difunto, lo que genera conflictos éticos y existenciales. En palabras de Lanthimos, “nos interesa observar la conducta humana sin sentimentalismos, mostrar lo que haríamos si las normas sociales fueran absolutas y extremas”. En Alps, la sustitución no consuela: solo evidencia que toda relación humana es, en el fondo, una forma de representación.

Con La langosta (2015), Lanthimos da un salto hacia un cine más internacional. En un mundo distópico, la soltería es penalizada: los solteros son enviados a un hotel donde deben encontrar pareja en 45 días; de lo contrario, son transformados en animales. David, el protagonista, escapa y se une a un grupo de rebeldes solitarios en el bosque. La ironía surge de la literalidad con que los personajes cumplen reglas imposibles. La escena en que David elige en qué animal quiere ser transformado resume ese equilibrio entre el humor negro y la fatalidad: la risa nace de lo absurdo; la angustia, de lo inevitable.
El sacrificio de un ciervo sagrado (2017) empuja esa lógica hacia lo inquietante y lo perverso. Steven, un prestigioso cirujano, entabla una relación con Martin, un joven cuya familia murió en un accidente vinculado al médico. Martin exige un sacrificio como compensación, y la vida de Steven y de su familia se ve amenazada por una serie de eventos inexplicables. Cuando el hijo enferma sin remedio, la causalidad se convierte en destino. Así, Lanthimos transforma la culpa en tragedia y la racionalidad en castigo.

La expansión de un universo
Con La favorita(2018), el cineasta traslada su visión del absurdo a un contexto palaciego. La reina Ana depende de la manipulación de dos mujeres que compiten por su favor: Lady Sarah y Abigail. La película combina intriga política, ambición y crueldad, mientras enfatiza la rigidez de los gestos mediante lentes angulares y composiciones simétricas. El humor negro convive con un barroquismo visual que convierte las intrigas de palacio en un juego de poder.
A partir de entonces, su cine amplía horizontes temáticos y estéticos. Pobres criaturas (2023) y Tipos de bondad (2024) examinan la moral humana bajo presión, cuando los personajes deben elegir entre la obediencia y la compasión. En Bugonia, lo ritual y lo grotesco se mezclan y dan forma a una ética ambigua. La muerte, la transformación y la vida se entrelazan en un mundo extraño pero coherente dentro de sus propias reglas.
A lo largo de todas estas películas, Lanthimos construye un cine lúdico y cruel. Su cámara actúa como un ojo distante que observa la conducta humana, mientras la simetría, los encuadres extremos y la frialdad actoral refuerzan la sensación de extrañeza. Las reglas de sus mundos pueden parecer absurdas desde fuera, pero resultan implacables desde dentro.
La construcción visual del universo de Lanthimos va más allá del encuadre. Desde Canino, colabora con el artista gráfico Vasilis Marmatakis, responsable de los carteles y la identidad visual de sus películas. Sus afiches, fríos y minimalistas, prolongan el mismo equilibrio entre belleza y extrañeza que recorre toda su obra.

El cine como revelación
En alrededor de una decena de largometrajes, Yorgos Lanthimos ha alcanzado un logro singular: construir un universo propio, coherente y reconocible dentro del cine contemporáneo. Cada película suya amplía los límites de la anterior, a partir de una mirada que combina crueldad, precisión y humor. En su obra, los personajes parecen moverse dentro de laboratorios emocionales donde las reglas son absolutas y la libertad se mide por el grado de obediencia.
Más que un estilo visual, Lanthimos ha desarrollado una ética de la observación. Sus encuadres enfáticos y sus actuaciones contenidas no buscan provocar empatía, sino distancia. No conmueven: revelan. Esa estrategia permite que el espectador descubra lo que suele pasar inadvertido: la violencia que habita en los gestos cotidianos, la arbitrariedad de las normas que ordenan nuestras vidas, el absurdo que se esconde en cualquier intento de mantener el control.
Una película de Lanthimos es, en última instancia, un lugar donde el absurdo no es un simple recurso cómico, sino una llave que muestra lo humano en su rigidez, su crueldad y su paradójica belleza. Su cine no busca consolar ni ofrecer respuestas, sino recordarnos —con ironía y precisión— que toda forma de orden contiene una dosis de delirio, y que en esa grieta entre razón y locura nos vemos retratados de pies a cabeza.

Filmografía esencial
Canino (2009)
Tres hermanos viven aislados bajo el control absoluto de sus padres, que les imponen una moral y un lenguaje inventados. Cuando uno se rebela, el orden artificial se desmorona y revela la violencia oculta en la obediencia.
Alps (2011)
Una agencia reemplaza a personas fallecidas para aliviar el duelo de sus familias. La imitación se vuelve adicción: nadie sabe ya quién interpreta a quién.
La langosta (2015)
En una sociedad donde ser soltero es un delito, los solitarios deben hallar pareja o convertirse en animales. David huye al bosque y descubre que la libertad también tiene reglas crueles. Una sátira del amor como imposición social.
El sacrificio de un ciervo sagrado (2017)
Un cirujano exitoso es acosado por un joven que exige justicia por una muerte del pasado. La lógica y la moral se distorsionan en un ritual de culpa, castigo y sacrificio.
La favorita (2018)
En la corte de la reina Ana, dos mujeres compiten por su favor entre intrigas y humillaciones. Comedia cruel sobre el poder y el deseo.
Pobres criaturas (2023)
Bella, una mujer resucitada con una mente infantil, emprende un viaje de descubrimiento sexual y social. Fábula grotesca que celebra la libertad frente a la moral y la ciencia patriarcal.

Tipos de bondad (2024)
Tres relatos muestran cómo la obediencia, la fe y el altruismo pueden volverse tiránicos. Lanthimos disecciona la moral como una máquina absurda.
Bugonia (2025)
Inspirada en el mito agrario de las abejas que renacen de la carne muerta, Bugonia es una alegoría contemporánea sobre la comunidad, la violencia y la necesidad de redención. Lanthimos aborda el tema de las teorías conspiratorias y explora las formas en que la humanidad intenta reinventarse a sí misma.
