“Yacht Lancashire Witch. El Puerto de Limón ha sido honrado con la visita del vapor de paseo cuyo nombre encabeza estas líneas, el primero de su clase que ha llegado a las playas de Costa Rica en el Atlántico, y trajo a bordo a Lord Scarboroug, los señores Cochrane Braillie, James Hermanos y J. Ponsomby” (Diario El Comercio, 7 de abril de 1888).
De acuerdo con la crónica periodística, los extranjeros que, luego de visitar territorio nacional se embarcarían rumbo a la Península de Yucatán y Estados Unidos, para finalizar su travesía en puertos británicos, traían consigo intereses muy particulares en ciertas atracciones naturales que brindaba el país.
La ruta a la capital
Considerando en 1890 se inauguró la línea férrea entre el Atlántico y San José, es fácil deducir que la movilización de estos turistas resultó un asunto muy penoso. Para la fecha de llegada del Yacht Lancashire Witch, el ferrocarril tenía como destino final la Aduana de Carrillo, situada en las inmediaciones del actual cantón de Guápiles. A partir de ahí se contrataban carretones que se desplazaban con dificultad entre estrechos senderos y puentes hasta la capital.
De acuerdo con el periódico, los extranjeros durmieron en Limón la noche de su arribo, viajaron en tren hacia Carrillo al día siguiente y un día después llegaron a San José. Para lograr esto debieron sortear diversas dificultades como las crecidas del río Sucio, puentes de madera falseados y tráfico interrumpido por los incesantes aguaceros de abril. “El tiempo sigue malo” decían los comunicados de los corresponsales de prensa ubicados en Carrillo; la zona era intransitable.
Hospedaje en San José
El Gran Hotel de Benedictis fue el establecimiento seleccionado para descansar del periplo. Según el diario llamó mucho la atención de los huéspedes lo confortable de las habitaciones, “que han encontrado muy superior a las de las Antillas, Venezuela y Colombia, en donde ellos han estado durante el viaje”. Benedictis, un empresario europeo con experiencia en el ramo, había sido dueño del Hotel de Italia, lugar que ofrecía ejecuciones musicales por las noches, junto a un variado menú (Diario de Costa Rica, 19 de setiembre de 1885).
En el caso del Gran Hotel, con una ubicación inestimable, en la Calle del Comercio, había cuisine française, billar, cantina, comedor, restaurante, salas y habitaciones lujosamente amuebladas. Según su administrador, “en el Gran Hotel el viajero puede encontrar comodidades y los mejores servicios de la capital” (Diario El Comercio, 24 de octubre de 1888). Los periódicos, como parte de su quehacer, solían publicar el nombre de los huéspedes que registraban los hoteles más importantes de la ciudad, destacando sus ingresos y salidas, como una muestra de reconocimiento.
El interés turístico de los visitantes no solía gravitar en torno a la capital, a pesar que, desde 1887, se había abierto el Museo Nacional. Un comentario de prensa, que coincide con la visita de los tripulantes del Yacht Lancashire Witch destaca: “Algunos de los viajeros que han visitado el país últimamente, han hecho conocer que saben dar toda la importancia que tienen las preciosas colecciones de antigüedades allí reunidas. Han dibujado figuras e inquirido con solicitud sobre su procedencia”.
Dos destinos, situados al este de la capital costarricense, llamaban mucho la atención de los visitantes.
Hacia Cartago
Cartago era uno de esos destinos. El cronista que dio seguimiento a estos turistas detalló: “El jueves se fueron a Cartago con el objeto de conocer los baños termales de Bellavista; también pensaban ascender al volcán de Irazú, pero por el tiempo desfavorable de temporal fueron frustrados sus planes, solo pudiendo ir a conocer los baños de Bellavista”.
Además, desde San José se llevaban a cabo excursiones en tren con dirección a Cartago y Agua Caliente, rutas que eran reforzadas, los fines de semana, por la división central del Ferrocarril de Costa Rica debido a la creciente demanda como destino turístico, ubicado a poca distancia del centro de la antigua capital colonial.
En medios como La Prensa Libre se recomendaban los baños termales para el tratamiento de dolores reumáticos, enfermedades cutáneas y de la sangre. “Cada día se aumenta más el número de personas que visitan dichos baños, convencidas de las benéficas propiedades medicinales de sus aguas. Varias señoras y personas de San José han visitado los baños con el objeto de valerse de ellos: unos por curiosidad, otros por enfermedades ligeras, como reumatismo incipiente y acaso algunos por males de más gravedad o por enfermedades cutáneas”.
Era frecuente encontrar anuncios de prensa promoviendo la venta de botellas con agua del “hervidero de Cartago”, líquido con poderes curativos. Bondades como estas debieron generar expectación entre viajeros como los que venían a bordo del vapor transatlántico llegado a Costa Rica.
Una vez efectuado el viaje a Cartago, los visitantes de trasladaron, el día viernes, hacia Carrillo y Limón, no sin antes mostrarse “muy satisfechos por el estado de adelanto en que se encuentra el país”. Este tipo de evidencias parecen mostrar el efecto que excursiones como la descrita estaban empezando a tener en el país como destino turístico.
Una nota de la prensa escrita parece confirmar lo antes dicho. “Se ve que Costa Rica está llamando la atención, como tantas veces lo hemos dicho, cuando viajeros de lujo vienen buscándola sin más objeto que conocerla. Una vez concluido el ferrocarril, estamos seguros que cada año habrá gran afluencia de visitantes de Estados Unidos y Europa, huyendo de los rigores de los inviernos en aquellos lugares”.
*El autor es coordinador del Programa de Estudios Generales en la UNED y profesor asociado de la Escuela de Estudios Generales en la UCR.