¿Qué hay en un archivo familiar? ¿Qué dice y qué oculta? Pero, más que todo, ¿qué podemos decir a través de él? La artista Alejandra Ramírez León plantea estas cuestiones en su exposición Donde se diluyen las cosas, en la sala de exhibiciones temporales del Museo de Arte Costarricense (MAC), en La Sabana.
Ganadora de uno de los fondos de producción temporales del museo, la artista presenta “obras que, a manera de palimpsestos, nos muestran imágenes recopiladas de su archivo familiar, en donde la fragmentación, la superposición e la intervención, diluyen las capturas de un momento específico para hablarnos de la memoria y el olvido”, según el texto curatorial.
Al recorrer la exposición, en efecto, el vacío empieza a hablar; el vacío y la borradura, las capas superpuestas y los registros trastocados. Es un regreso al trabajo plástico de parte de la artista, que en los últimos años ha tendido a exhibir más video y obra digital. “(Esta exposición) es como como una puesta en común de muchas piezas que he hecho”, explica.
Y lo que conocemos así es un proyecto de redibujar y reescribir su archivo familiar, los registros que, presuntamente, dicen la verdad sobre muchas vidas. “Parte de esta insistencia estar repensando el archivo familiar y esa posibilidad como darle otra narrativa”, explica Ramírez.
“Mucha de mi producción antes de esta de mi corto Ana Horse (2022) tenía como esta muletilla de trabajar con archivo encontrado e impregnar este archivo encontrado con cosas personales, pero no logrando abrir como esa puerta de lo propio", dice.

Por un lado, el trabajo con el archivo —el propio, el ajeno, el encontrado— le interesa por los ángulos de sinceridad y la vulnerabilidad. “También creo que hay algo en el archivo, que es este lugar de ‘verdad’, de veracidad; a la hora de poder retrabajarlo, me permite poner en duda esa verdad (...) y problematizar la representación”, explica.
Cuando se ponen en cuestión los archivos, se revela que, por sí solos, no dicen todo, o más bien, dicen poco. Al verlos de cerca, comprendemos que el archivo significa en relación con otros archivos, con la experiencia vivida, con lo que no está en él. A veces, buscarle sentido es toparse con silencios y ausencias que dan coherencia a lo que sí contiene.
Al trabajar con su archivo familiar, Ramírez ve “cómo esas imágenes también están ancladas a un lugar de la memoria donde el relato que yo conocía no es el oficial, o más bien está separado de esa verdad”. “Conversando con más gente, con mis hermanas u otras personas de la familia, (encuentro que) es otro relato, no con el que yo crecí”, dice.

Una mirada tan próxima puede desenredar entramados de violencia, de todo tipo, que atraviesan nuestras familias. “Es una dinámica a nivel familiar que al final es una estructura social. También es como una escala micro de cómo sucede, cómo operan los archivos a nivel como institucional o en un espacio más político“, reflexiona la artista.
De acuerdo con Ramírez, también realiza un planteamiento sobre el olvido de esas propias imágenes y relatos, “esa posición de poder olvidar estas imágenes o esas relaciones”. Lo que busca es “cómo este material de archivo puede reconstruir otra historia a partir de ese espacio que deja desvanecerse esas imágenes, estando muy consciente de que hay cosas que sí se pueden olvidar y que es una estrategia para sobrellevar la vida”.

