
Analizar la obra de Lola Fernández supone un desafío para la historiografía del arte costarricense. Su producción, vasta, compleja e imposible de encasillar, es clave para comprender la evolución del arte nacional durante la segunda mitad del siglo XX. Aunque dialogó con las preocupaciones estéticas de su tiempo, nunca se sometió a escuelas ni tendencias: su obra fue siempre fiel únicamente a sí misma.
El Museo Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia presenta la exposición “La infinita Lola, el arte de reinventarse”, una muestra dedicada a la trayectoria de esta creadora fundamental. La exhibición reafirma el compromiso del museo con la preservación y difusión del patrimonio artístico nacional, y ofrece un espacio para reencontrarse con una artista cuya libertad expresiva, intensidad emocional y constante exploración del ser humano han trascendido generaciones.
Fernández, reconocida por romper esquemas y desafiar etiquetas, construyó un lenguaje propio dentro del arte costarricense. Su trabajo revela una búsqueda incesante de sentido a través de la forma y el color, así como una reflexión profunda sobre la condición humana. La muestra destaca también su papel como mujer, artista y educadora, cuya influencia continúa marcando la escena cultural del país.

Nacida en Cartagena de Indias en 1926, llegó a Costa Rica en la década de 1930. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica y posteriormente viajó a Bogotá para especializarse en la Universidad Nacional, donde integró el Grupo de los Seis y participó en su primer salón en el Museo Nacional de Colombia en 1948.
Su primera exposición individual en Costa Rica ocurrió en 1949, en el Teatro Nacional, cuando apenas tenía 23 años. Poco después contrajo matrimonio con el artista suizo Jean-Pierre Guillermet, con quien investigó las culturas indígenas del país, especialmente la comunidad boruca, una experiencia que influyó profundamente en la obra de ambos.
Los relieves: una ruptura necesaria
De esas exploraciones surgieron sus relieves, piezas pioneras dentro del arte costarricense. Aunque hoy se consideran hitos estéticos, en su momento fueron recibidos con incomprensión. Lejos de detenerla, esa reacción consolidó su impulso innovador: los relieves transformaron la tradición prehispánica en un lenguaje abstracto y universal, y llevaron la pintura hacia lo tridimensional en un entorno artístico abiertamente conservador. Constituyen una de sus primeras grandes rupturas y demuestran la audacia con que abordaba cada etapa creativa.

El nacimiento de una voz abstracta
En 1954 viajó a Europa para continuar su formación en la Academia de Bellas Artes de Florencia. En una Italia aún reacia a la abstracción, Fernández produjo obras que desafiaban la enseñanza académica. Algunas incluso fueron quemadas por orden de un profesor conservador, un episodio que revela su determinación y su temprana conexión con las corrientes internacionales más contemporáneas.
Al regresar a Costa Rica en 1958 presentó en el Museo Nacional una exposición de arte no figurativo que marcó un antes y un después. Fue la primera muestra abstracta exhibida con verdadera coherencia y solidez conceptual. La crítica reconoció de inmediato su autenticidad y su calidad, situándola junto a Margarita Bertheau, Teodorico Quirós, Felo García y Manuel de la Cruz González entre los pioneros de la abstracción costarricense.

Constelaciones: poética del cosmos
La exposición presenta obras de su serie “Constelaciones”, donde estructuras circulares, líneas radiales y gamas profundas de púrpuras, verdes y azules evocan mapas celestes. Más que representaciones astronómicas, estas pinturas proponen una lectura espiritual del universo y plantean la constelación como una metáfora del vínculo humano con la inmensidad.
Fiel a su independencia, Fernández nunca se definió dentro de un solo lenguaje. A inicios de los años 80 regresó a la figuración con su serie “Testimonio”, marcada por un tono político poco común en la escena costarricense del momento. En un contexto convulso para Centroamérica, estas obras plasman la violencia, la desolación y el trauma colectivo mediante composiciones densas, figuras fragmentadas y paletas sombrías. Se convirtieron en una voz crítica en un tiempo en que el arte nacional evitaba abordar de forma directa los temas más dolorosos.
La psique humana como territorio visual
La muestra incluye también piezas centradas en la figura humana. En Divertimento: Adán y Eva (1965), Fernández reinterpreta el mito bíblico desde una perspectiva lúdica y crítica, cargada de simbolismo. En los años 70 desarrolló la emblemática serie “Arquetipos”, donde dos personajes disfrazados aparecen uno sobre los hombros del otro. “Casi todo el mundo lleva algo encima, un peso”, afirmó alguna vez la artista. Sus palabras iluminan el sentido profundo de estas obras: una reflexión sobre las cargas emocionales y existenciales de cada individuo.

Blanco y Negro: lo esencial
En años recientes trabajó su serie Blanco y Negro, donde renuncia al color para explorar lo esencial. En estas piezas —también presentes en la exposición— la tensión entre figura, símbolo y gesto se intensifica. Una de ellas muestra a una figura femenina en diálogo con pájaros, evocando la comunicación, la libertad y las voces ocultas.
Un legado que define una época
El impacto de Lola Fernández en el arte costarricense y latinoamericano es indiscutible. Ganadora del Premio Aquileo J. Echeverría en dos ocasiones y del Premio Nacional de Cultura Magón, su obra ha sido exhibida en América, Europa y Asia. Como docente en la Universidad de Costa Rica, formó a generaciones de artistas, a quienes transmitió una visión de libertad creativa y rigor conceptual.
Hoy, a casi cien años de su nacimiento, la obra de Lola Fernández sigue siendo faro y referencia. Su trayectoria transformó la manera en que Costa Rica concibe el arte, abrió puertas a nuevas búsquedas visuales y consolidó una tradición moderna profundamente nuestra. Su nombre y su obra continúan brillando en lo más alto de la cultura nacional.
Gracias, Lola, por engrandecer con tu obra el arte y la cultura de Costa Rica.
