
Los higos caen en abundancia de los árboles; las cerezas y los duraznos llenan de color los mercados, mientras la luz dorada del atardecer se filtra entre las paredes encaladas de los pueblos isleños. Los gatos se adueñan de las calles y encarnan la vida simple: dormir, tomar el sol, comer.
Cielos azules que desconocen las nubes. Aguas cristalinas del mar Egeo que se abren paso entre rocas y grutas, reflejando el sol eterno del Mediterráneo. Piel salada y seca después de un día en la playa. Buganvilias que se visten sobre las paredes blancas de las ciudades griegas, completando el retrato perfecto de un verano sin fin. Estas imágenes forman parte del libro fotográfico ‘Grecia + Barcelona’, de Leo Carvajal.

El verano eterno de Grecia es un estado mental. Se refleja en las personas que recorren sus calles: piel bronceada, cabello con sal del mar, pantalones de lino y un traje de baño siempre puesto. Solo se necesita un libro, una toalla y las ganas de pasar el día entero junto al mar.
Y, por supuesto, no pueden faltar las tavernas, con su musaka, souvlakis, gyros, tzatziki, feta en abundancia y los tomates más dulces y frescos que existen. Un festín sencillo, pero lleno de alma.

Leo logra transmitir el verano perfecto en Grecia a través de la sencillez de sus fotografías. Cada imagen captura esa calma luminosa que solo existe bajo el sol del Mediterráneo: un higo maduro, dulce y rojo en la mano; un gato que se estira bajo el calor de la tarde; las ruinas que recuerdan los cimientos de nuestra civilización.


En sus fotos, lo cotidiano se vuelve trascendente. Cada sombra, cada textura, cada reflejo de luz sobre las paredes blancas o el agua cristalina parece contar una historia de verano. Hay una ligereza que se siente al contemplar sus fotos, una invitación a regresar a lo esencial.
El libro es un cuento poético, pero no se percibe como algo imposible de alcanzar ni como una realidad lejana a la nuestra. Zapatos tirados en la calle, edificios abandonados, vidrios rotos y marcados de huellas, grafitis sobre paredes históricas, personas tomando el sol y dejando que el día transcurra sin prisa.

Cables eléctricos que cruzan sobre las famosas casitas blancas, carros estacionados bajo cobertores para el sol, alcantarillas con mucho que decir y mercados de pulgas con mucho que desear.
Leo encuentra la manera de conectar lo diario, la rutina y lo habitual con un sueño de verano. Sus fotos nos enseñan lo que significa estar presentes y apreciar las pequeñas cosas que vemos todos los días, pero que no siempre valoramos en su sencillez.


Eso es lo que hace que este libro nos atrape y nos invite a soñar con lo que está por venir. De alguna manera, Leo nos abre la puerta a un mundo en el que ya vivimos, pero que pocas veces logramos ver.
La vida simple.



