La nueva ley de tránsito responde a una necesidad, pero ¿la estamos aplicando bien y acumulando respaldo público para las transformaciones que necesita el país?
El cambio y ajuste institucional que necesita nuestro país para salir del entrabamiento y malestar en que se encuentra requiere, además de nuevas normativas para imponer orden, de recursos no solo materiales, sino, sobre todo, humanos adecuadamente preparados y capacitados para introducirlo.
Una vez aprobada la ley, en pocos días se intentó poner orden en los aparcamientos en línea amarilla, con el mismo equipo humano y abarcando todas las calles. Los resultados, si bien positivos en esencia, dejaron sinsabores, que pueden ser un buen ejemplo para señalar la importancia de preparar bien los operativos.
La información a la comunidad ha sido escasa, el retiro de placas se ha llevado a cabo no solo en zonas amarillas, sino en otras áreas de la ciudad no demarcadas. El aparato administrativo no ha estado preparado para devolver con prontitud las placas a quienes pagaron la multa correspondiente.
Frente a una medida indispensable para descongestionar y poner orden en la ciudad que podría legitimar a las autoridades de tránsito y del país, quedaron por falta de información y preparación resquemores y dudas sobre su eficacia. Por ejemplo, el hecho de que se haya decomisado placas en área no marcadas de amarillo genera indignación y la sospecha de que se esté imponiendo la autoridad del funcionario con aviesos fines.
Se vislumbra más como un autoritarismo e imposición que estimula el rechazo público, alienta el comportamiento anárquico de las legiones de “mal amansados” acostumbrados a la impunidad y devalúa la autoridad de la ley y de la Dirección de Tránsito.
Preparación necesaria. Desalojar los autos parqueados en línea amarilla para aliviar la circulación descongestionando las arterias de la ciudad es una medida loable e indispensable, que goza del respaldo público si se informa de previo a la ciudadanía, se prepara adecuadamente el contingente de inspectores de tránsito y la estructura administrativa para responder a las nuevas situaciones generadas.
Preparar significa informar a la ciudadanía de lo que se busca con el operativo y las ventajas para la movilización urbana, para buscar su respaldo moral; significa, también, instruir previamente y concentrar los instructores en un área previamente determinada y adecuadamente señalizada, que puedan cubrir con el personal y los recursos existentes por tiempo indeterminado. De tal manera que no sea un operativo ocasional que dura una semana y después todo vuelve a la normalidad.
La autoridad, sobre todo en época de cambios y transformaciones, si bien se genera en leyes, se gesta desde la convicción de los ciudadanos. Ganarse la autoridad es un proceso que requiere de un respaldo creciente de la población. Este respaldo se construye haciendo partícipe de los avances y logros a la población afectada que demanda avances y mejoras en la circulación vial.
Es preciso felicitar a quienes han tomado la iniciativa de mejorar la circulación vial, pero no nos circunscribamos a este proceso, con una mejor preparación en la aplicación de la ley de tránsito involucrando a la población y preparando el personal, no solo se fortalecerán las autoridades del ramo, sino, también, la autoridad que se requiere para el cambio institucional
Autoritarismo. Estamos acostumbrados a imponer las políticas desde las instancias de poder, pero cuando las cosas no se planifican bien se convierten en autoritarismo. El cambio institucional que demanda nuestro país en este momento, mucho más que la circulación vial, necesita de una autoridad sólida que ejecute una operación “tenazas” donde la fuerza que aplicamos arriba se potencia con la voluntad y el respaldo de la ciudadanía. Y así, poco a poco pero acumulativamente, se resquebrajen y rompan los círculos viciosos al mismo tiempo que se generen nuevos círculos virtuosos.
Aprovechemos esta experiencia en lo que queda de este gobierno, pero, sobre todo, de cara al próximo, exigiendo propuestas y experiencia a los candidatos.
El autor es sociólogo.