El dilema existencial planteado por William Shakespeare en el soliloquio de Hamlet: To be or not to be, es el mismo que, cuatro siglos después, enfrentan nuestros diputados ante los nuevos impuestos: votar o no votar. That is the question.
La dubitación del príncipe Hamlet era entre la acción y la abulia; entre la conciencia del deber y el sinsentido del mal. ¿Cómo deberían resolver la suya los legisladores? Antes, creía que la duda habría de zanjarse salomónicamente, por mitades, pero, en las circunstancias actuales, ya no. Un nuevo estudio del FMI, publicado en su revista Finance and Development (marzo, 2018), arroja nuevas luces sobre el clásico dilema fiscal: gastar menos o gravar más. Esa es la cuestión. Si no aprueban los impuestos, no deberían sentirse mal. Hay razones éticas y económicas para apaciguar conciencias.
El viejo PAC nunca quiso ahondar el escalpelo, pues siempre abogó por más impuestos; el nuevo parece menos dispendioso, pero siempre inclina el bote más hacia la exacción (diferencias de grado). Ninguno contempla la verdadera disyuntiva del Fondo, en la que ambas opciones tienden a reducir la demanda agregada y afectar la producción, pero bajar tres puntos porcentuales del déficit por la vía del gasto sería más benigno (entre menos se afecte la producción, menor es el impacto en el desempleo y los salarios privados), mientras que un alza de impuestos retrasaría la recuperación, afectaría más el empleo y salarios y nutriría la paradoja de que la contracción resultante, en vez de bajar el déficit, lo haría subir, pues el crecimiento es el cordón umbilical del ingreso fiscal.
Climing Out of Debt replantea el viejo dilema así: “What is the best way to reduce debt to sustainable levels?”. El FMI responde: “A new study offers more evidence that cutting spending is less harmful to growth than raising taxes”. Analiza 13 países de la OCDE que hicieron diferentes ajustes fiscales entre 1981 y el 2014 (3.500 observaciones) para acuñar un nuevo término: austeridad expansiva.
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Agrega que los ajustes fiscales basados en recortes creíbles dañan menos el crecimiento seguidos, casi de inmediato, de una recuperación; en cambio, los atados a más impuestos se asocian con recesiones de larga data: cada 1 % de nuevos impuestos reduce, en promedio, un 2 % del PIB.
Entonces, ¿qué deben hacer los padres y madres de la patria? Al menos, cavilar, como Hamlet, antes de aprobar precipitadamente nuevas exacciones.
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