Al dispararse la inflación, hace poco más de un año, la reacción típica de los bancos centrales fue subir sus tasas de interés para con ello contener la demanda, y así estabilizar los precios.
Pero al bajar la demanda, se arriesgan a que la economía caiga en recesión, con consecuencias muy negativas en el empleo y el ingreso de mucha gente. Como resultado, la morosidad tiende a aumentar en los bancos, lo que, sumado a la baja en el valor de los activos bancarios por la subida de las tasas de interés, hace tambalear a más de un banco. De ahí que los bancos centrales se vean obligados a intervenir para evitar el colapso del sistema financiero.
Por otro lado, si los bancos centrales deciden no luchar contra la alta inflación y mantener las tasas de interés bajas, su credibilidad se vería amenazada. Si la gente piensa que el banco central no defenderá el valor de su propia moneda, se corre el riesgo de entrar en una espiral inflacionaria, muy difícil de revertir. En un escenario de elevada (hiper) inflación, la inversión se detiene, la producción cae y el sistema financiero se tambalea.
No es fácil encontrar el equilibrio cuando se debe luchar contra la alta inflación, procurar que la economía no caiga en una fuerte recesión y mantener la estabilidad del sistema financiero.
En Costa Rica, el Banco Central enfrenta un trilema parecido, con algunas variaciones locales. Al subir fuertemente su tasa de política monetaria, el Central pone en riesgo de recesión la economía por dos vías.
La primera: altas tasas de interés desincentivan el crédito y fomentan el ahorro. De ahí que habrá menos inversión y consumo. La segunda: altas tasas de interés atraen capitales externos, lo que aprecia el tipo de cambio y contrae las exportaciones y el ingreso de turistas. En ese escenario, de mucho menor crecimiento (sin zona franca), la morosidad tiende a subir y peligra la estabilidad del sistema financiero.
En el equilibrio que tiene que buscar cada banco central, me parece que, ante la menor inflación que ya se observa en Costa Rica, hay espacio para bajar algo la tasa de política monetaria, sin que la credibilidad del Banco Central sufra menoscabo y para ayudar a que la economía no caiga en una fuerte recesión interna, ni el sistema financiero se vuelva inestable.
El autor es economista.