Soy de Costa Rica, un país pequeño de Centroamérica que hasta hace muy poco no era un semillero internacionalmente importante de futbolistas.
Hasta 1990 toda nuestra Selección Mayor jugaba en el campeonato local, y no nos importaba. Después del mágico verano italiano nos ilusionamos cuando nuestros principales jugadores partían a su primera aventura internacional, en equipos que peleaban el no descenso en Alemania, España e Italia y algunos países europeos que ya no existen. Nos parecía increíble ver ticos en cuadros como Albacete, Stuttgarter Kickers, Foggia y Rayo Vallecano: pedir más era una ingratitud.
Pasaron los años y más ticos se hicieron legionarios. Un compatriota debutó en un equipo inglés no muy conocido para nosotros pero qué importaba: en Heredia empezaron a mostrarse con orgullo las camisetas del Derby County y el Manchester City (el de antes). También nos hicimos hinchas del Hércules de Alicante, el Ofi Creta, el Ajax (bueno, casi), el Lokomotiv, el Breccia, el Málaga y de un montón de equipos daneses y suecos de nombres impronunciables. Incluso le hacíamos barra al Comunicaciones chapín, en aquella época en la que pagaba los mejores salarios de Centroamérica.
Y la cosa mejoraba: todos los domingos las secciones deportivas le daban cobertura al Gent de Bélgica, y también al Sion suizo, el Mainz 05 alemán, el Twente holandés y al Levante español. Ahí bien podíamos quedarnos que nos dábamos por pagados, pues mucho habíamos avanzado desde aquellos primeros legionarios de 1990.
Sin embargo, vendría la locura: el Mundial del 2014. De repente, teníamos ticos jugando en las mejores ligas del mundo... ¡JUGANDO, NADA DE BANCA! La nota de rigor de los legionarios dejó de centrarse en Dinamarca y la MLS para darle más párrafos a Inglaterra, España, Italia... No sabíamos ni dónde meternos de la contentera, y aún falta hablar de lo mejor.
Keylor Navas firmó con el equipo de fútbol más grande de la Tierra. No digo que el mejor (que igual podría serlo pero no entremos en debates fanáticos) sino en el más grande, masivo, omnipresente, en uno cuya marca está presente en el último rincón del planeta donde exista un aficionado al balompié.
Desde luego que pasó lo que tenía que pasar: nos la creímos. Nos parecía una abominación que Keylor fuese banca de Iker Casillas (y celebramos cuando el Madrid echó como un perro a su arquero símbolo), nos ofendió cuando el tico “corrió el riesgo” de irse a jugar al “equipillo” del Manchester United, reclamamos al cielo la ilógica de que el Madrid no pusiera en su publicidad a Keylor al mismo nivel de Ronaldo y Marcelo. Nos enchilaba que Florentino fuese un villano que solo quería “perjudicar” a un compatriota (olvidándonos que fue él quien le abrió en primer lugar a Keylor las puestas del Bernabéu).
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De un plumazo superamos las décadas de pulseadas futbolísticas y asumimos como derecho divino que un tico TENÍA que ser el elegido. #ElKeylorDeLosKeylor
Mientras el país perdía la cabeza, Navas fue más inteligente y le bajó siempre el perfil al tema; eternamente aferrado a su discurso religioso evitó con éxito la polémica y blindó a su familia e intimidad de la impertinencia mediática. Keylor Navas ha sido, es y será la persona nacida en Costa Rica más reconocida en todo el mundo, y el aporte que su presencia en el primer escenario del fútbol ha dado al país debería de cuantificarse y estudiarse. Es el tico con más seguidores en redes sociales, y cada posteo suyo sobre su patria compite con las campañas de promoción más costosas del ICT y Procomer. Desde que firmó con el Madrid, Navas no ha dado más de 5 o 6 entrevistas con sustancia a la prensa costarricense y siempre se ha limitado a hablar de fútbol y su fe, sin soltar prenda sobre el cambio abismal en su vida y la de su familia; el peso del reconocimiento y el dinero, o cualquier opinión sobre la situación del país (vale aplaudir a Yashin Quesada, quien en medio del caótico Mundial de Rusia logró la que a la fecha ha sido la entrevista en ON más extensa de Navas con un medio local). Keylor no se mete en broncas, no pierde la cabeza, no opina en caliente porque simplemente no opina en público, no externa por quién vota en las elecciones, no habla de la situación política, social o económica de Costa Rica, ni hace alarde de las obvias facilidades con las que hoy cuentan él y los suyos.
El andar de Keylor Navas por el Real Madrid dejó hitos que van más allá de su tremendo palmarés deportivo, el cual no viene al caso repetir pues en estos días todos las secciones deportivas del país lo recetan como letanía. Más bien pongamos cuidado en otros hechos que han pasado con él desde entonces:
- Keylor es la inspiración del primer filme biográfico exitoso del cine costarricense, que es a su vez la tercera película tica más taquillera de todos los tiempos, y también de las pocas cintas nacionales disponibles en Netflix.
- Keylor es el único costarricense en vender masivamente su propia línea de figuras de acción.
- Keylor es el futbolista centroamericano que más camisetas con su apellido ha vendido.
- Keylor promovió un concierto masivo de música cristiana en el Estadio Nacional.
- Keylor es el culpable de que hoy todas las escuelas del país tengan al menos a otro Keylor menor de 10 años matriculado.
- Keylor es el único futbolista costarricense activo que ha tenido un estadio bautizado con su nombre (al menos en el intento, pues la iniciativa no tenía sustento legal).
- Keylor es el símbolo de Costa Rica ante el mundo, tanto como la cerveza Imperial o los osos perozosos.
Volviendo al fútbol, Keylor vivió tres años de ensueño como arquero titular del Real Madrid, tanto gracias al apoyo de Zidane como a su espectaculares actuaciones deportivas, su disciplina inquebrantable y su actitud siempre políticamente correcta. Fue fundamental para que su equipo ganara casi todo, incluyendo tres Champions consecutivas.
El 2018 fue un mal año para el fútbol tico, y Keylor fue parte de eso. La Sele jugó un Mundial para el olvido en Rusia, cita de la que un arquerazo belga resaltó tanto como el tico lo hizo cuatro años atrás en Brasil. En un mundo sin ceguera fanática, a todos nos habría parecido entendible que un equipo como el Madrid contratara a un portero del nivel y proyección de Thibaut Courtois (y posiblemente así fue en el resto del planeta). Sin embargo, en Costa Rica tomamos aquello como una declaración de guerra, como una afrenta a toda una nación, como un irrespeto a la trayectoria de Keylor con los blancos (que sí lo fue, así como también pasó cuando se deshicieron antes de Casillas, con el tico de por medio).
Los futbolistas siempre hablan de “ciclos cumplidos”. Pues bien, a Keylor el ciclo en el Real Madrid se le cumplió y todo bien con eso. En los meses pasados, mientras se definía su futuro profesional, muchos ticos le reclamaron “dignidad” e irse de un Madrid que ya no lo quería, que no aceptara chupar banca, que impensable ser suplente, aún cuando fuese en uno de los equipos top del planeta fútbol, uno al que no podíamos soñar ver con un tico en sus filas en aquellos años en que nos postrábamos ante el Sporting de Gijón. En medio de #ElKeylorDelosDebates muchos olvidaron que las razones de la permanencia de Navas en Madrid tenían que ver no solo con su “sangre futbolística”, sino también con su TRABAJO y el bienestar de su familia.
Fue chistoso como algunos “expertos” decían que si Keylor no era el titular en el Madrid, pues tampoco debería serlo en la Sele. ¿En serio? Por buena parte del 2018 se puso a jugar dos laterales en la Sele que no eran titulares en sus equipos de Inglaterra y el capitán de la Tricolor tiene casi un año de no jugar en su club brasileño pero Dios guarde el portero sea suplente en el Real Madrid. Qué facil es desenfocarse.
Finalmente, las cosas se decantaron para bien y hoy Keylor Navas está feliz en el Paris Saint-Germain, el nuevo club favorito de miles de aficionados ticos, muchos de los cuales como si nada ahora se burlan del Real Madrid, de los goles por orqueta a Courtois y le desean lo peor al tal Florentino, aunque apenas años atrás subían fotos a FB de su paseo a España y la parada obligatoria por el Bernabéu para gritar su apoyo al “Halcón”*.
Yo al Real Madrid le agradezco le confiara por tanto tiempo su portería a un costarricense, aun a regañadientes del presidente del club. Le agradezco que lo firmara en el 2014, aun cuando lo fácil era buscar un portero europeo. Le agradezco apostar por un centroamericano que no era querido por muchos aficionados; por hacerlo parte de una nómina que recordaremos por los siglos de los siglos, taco a taco con apellidos como Ronaldo, Bale, Benzema, Ramos, Modric y Kross. Incluso por perdonarle cuando mostró sin querer su ropa interior Calvin Klein en su primera aparición como merengue y por guiarlo en el mundo de los superdeportistas, hasta entonces tan ajeno a los costarricenses.
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No puedo odiar al Madrid por mandar a Keylor a la banca o por dejarlo ir. Es un equipo increíble, lo era antes de Keylor y lo seguirá siendo sin él. Y sí, ahora mi desinterés tradicional por el fútbol masculino francés queda de lado y desde luego que en adelante aplaudiré todo lo bueno que haga el PSG, como lo hice años atrás cuando Shirley Cruz se convirtió en la primera persona nacida en Costa Rica en jugar con ese club.
Nos tocará aprender francés.
*El Halcón es un apodo bastante aburrido y genérico, impulsado por la prensa como parte de una línea animalística de sobrenombres cliché en el fútbol costarricense que incluye a otros apelativos igual de decepcionantes como La Cobra o La Comadreja, salidos no del ingenio popular sino casi que de un focus group de mercadólogos. Me quedo con los años en los que nuestros futbolistas tenían sobrenombres de verdad, humorísticos y casi que inventados en el parque de Alajuela, como El Chunche, Superman, Batman, El Flaco, El Paté, Tuma, El Toyota, La Bala, El Pistón e incluso con aquellos más forzados que inventaba Róger Ajún, como El Rapero o El Sheriff. Es más, si insistimos en la “animalada”, entonces hagámoslo con fisga, al estilo de El Cachorro, La Mula o El Pelícano.
Admiro a Keylor, vaya que sí, pero creo que tanto a él como a mí nos parecerá estúpido si dentro de unos años, cuando nos topemos en algún pasillo de Multiplaza, me le acerque y le diga: “Gracias por todo... Halcón”.