¿Nos conviene alinearnos con los Estados Unidos en su guerra comercial contra China? Bajo los últimos dos gobiernos, la política exterior en lo referente al gigante asiático parece estar dando tumbos y sus contradicciones ponen en entredicho la sana neutralidad y la apertura comercial.
Esos tumbos nos impiden aprovechar la posición geopolítica y geocomercial en nuestras relaciones con la potencia asiática emergente.
No es de recibo que nuestra embajadora en Pekín Patricia Rodríguez Holkemeyer, gran especialista nacional en asuntos chinos, saliera molesta por falta de interés del Ministerio de Relaciones Exteriores en su trabajo.
Rechazar, por ejemplo, la donación de escáneres para su utilización en las aduanas por celos comerciales, es objetable, sobre todo, cuando la ausencia de estos mecanismos de control ha sido aprovechada para traficar drogas mezclándolas con mercancías nacionales.
China había cifrado grandes expectativas en la relación con Costa Rica. El Estadio Nacional fue solo un primer paso de una serie de iniciativas y propuestas de negocios, las cuales, como toda proposición, deben ser ponderadas en función del interés nacional, pero el panorama era muy alentador.
Aprobados, rechazados o congelados. Haciendo a un lado el cuestionado negocio de la refinería, nuestro país recibió otras ofertas y propuestas, algunas, aunque rezongando, en trámite de ejecución por lo avanzado de las gestiones anteriores, como la ampliación de la carretera a Limón.
Otras quedaron en el ámbito de los convenios interinstitucionales y precisan de la voluntad política para reactivarse. Algunas más significativas, como la construcción de la primera zona económica especial, siguiendo el modelo de desarrollo integral de esa enorme nación y primera fuera de China, han pasado al congelador.
Esto último es muy grave porque la zona económica propuesta abarcaba regiones críticas donde se experimentan serios problemas sociales, como los puertos de Limón y Puntarenas, incluido, de paso, San Carlos.
Un verdadero megaproyecto que iba no solo a crear condiciones para la producción, sino también a formar el capital humano necesario para su puesta en ejecución. Un plan cuyo avance estaría en este momento a la vista, aunque su conclusión, dada su complejidad, estaba prevista para el 2035.
Malos negociantes. Es evidente que el interés de la República Popular China está en nuestra posición geográfica como parte de la Nueva Ruta de la Seda y puente de entrada al continente, lo cual es un interés legítimo de esa superpotencia; sin embargo, hay que saber negociar en función del interés nacional y no enfriar o abandonar el trato como lo hicimos de hecho.
En política, como es sabido, no existen vacíos, y esta situación la ha aprovechado Panamá para firmar convenios y contratos para obras de gran envergadura como el tren de alta velocidad que llega hasta nuestra frontera. Muy pronto, las líneas aéreas de bandera china traerán miles de turistas en tránsito por nuestro continente y, si sabemos revisar lo actuado, nuestro país podría beneficiarse.
Retomar la política de neutralidad y apertura comerciales con inteligencia y talento aprovechando nuestra posición geocomercial, como con cualquier otro socio en el ámbito del comercio, es fundamental para los intereses nacionales y para nuestro desarrollo en el siglo XXI.
Orientarse. La República Popular China es una potencia creciente, en diez años será la primera economía mundial y con la cual deberemos tener las mejores relaciones basados en el interés y respeto mutuos. Exportar productos perecederos es cada vez más fácil después de la apertura del megapuerto de Limón. No solo en el plano de las exportaciones, sino de la tecnología, la ciencia, la cultura y el turismo es posible obtener ganancia. Se trata de un socio comercial que no podemos excluir porque tenga diferencias con los Estados Unidos.
La época de la sumisión y dependencia de las repúblicas bananeras ya pasó; es el momento de aprovechar el nuevo ordenamiento internacional con miras a aumentar nuestro bienestar y reafirmar la neutralidad y la soberanía nacionales.
El autor es sociólogo.