¿Quién no se ha sentido ninguneado por un chasquido electrónico que nos arrebata a quienes un segundo antes nos miraba, sonreía o escuchaba? ¡No más! La orden imperativa de nuestro condicionamiento digital llega pavloviana. El celular comanda nuestros reflejos. Así estamos todo el día, hipnotizados por una minúscula pantalla que nos encierra en burbujas sociales. El universo nos fatiga de intrusas nimiedades. El mundo llega a nuestras manos y nos deja entrar en ajenas intimidades de famosos que sentimos nuestras. La compañía personal que iluminaba nuestros instantes se vuelve irrelevante ante la advertencia sonora de un bip que nos exige abandonar a los presentes.
Vivimos el asalto perpetuo de lo ausente que nos transporta. La civilización humana se adentra irrefrenable en los laberintos de una comunicación incorpórea. La conversación es cada vez más una reliquia arcaica del pasado, dice David Le Breton. Nunca nos hemos comunicado más y conversado menos. En la calle, en la cena familiar, en el convivio interrumpido con los amigos, la mirada desaparece. Si Heidegger viviera habría tenido que recapacitar sobre su concepto base del existencialismo. El dasein muere bajo la incesante irrupción de una forma nueva de enajenamiento virtual. El “ser-ahí, pero sin estar ahí” se convirtió en la forma predominante de socialización.
Poco puede hacer una madre para lograr que se apague el celular en el almuerzo. El hijo siente como tortura el silencio digital, cuando, según Le Breton, hasta la comida es una cordial reunión de zombis que comen con la boca distraída y los ojos puestos en la pantalla. Poco puede hacer un amigo para que no lo pongan en suspenso ante la llegada de un chat. Nada y nadie escapa. Cada espacio íntimo y personal está plagado de interrupciones acústicas.
Es un mundo donde cualquiera capta nuestra atención y nos hace más frágiles. No es un progreso civilizatorio, sino una forma de deshumanización de la comunicación. El encanto de una sonrisa ya no es parte de la conversación. La realidad física escapa. El cuerpo ya no importa. Nos vamos convirtiendo en la extensión de un teclado. Antes la gente hablaba. Se descifraban miradas, gestos. Los sentidos concurrían en un lenguaje total y el cuerpo participaba del diálogo. Ya no. La tertulia agoniza.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.