En el último quinquenio, el mundo ha visto con asombro las enormes posibilidades que abre la 5G. Pero ¿de qué estamos hablando? Técnicamente, con la tecnología 5G se espera mejorar la velocidad de los servicios, disminuir la latencia (tiempo de espera), mayor trasiego de contenidos (por ancho de bandas y simetrías), comunicaciones más confiables y servicios innovadores por medio de la distribución de redes inteligentes y la comunicación masiva en ciudades inteligentes, casas inteligentes, conectividad de dispositivos máquina a máquina, inteligencia artificial e internet de las cosas, entre otras facilidades.
Desde el punto de vista de la competitividad y en un entorno de limitaciones fiscales como el que atravesamos, se debe valorar el impacto del retraso de la decisión política. De no licitar oportunamente estas frecuencias se perderán de aquí al 2024 $1.134 millones (aproximadamente ¢704.000 millones), de acuerdo con un estudio de la Sutel.
Países vecinos como México, Colombia, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Perú ya compiten en la atracción de inversiones y desarrollos tecnológicos, cuyo efecto se verá en el índice de competitividad.
Hoy quisiera aprovechar estas líneas para hablar del valor público del desarrollo de la 5G, de su contribución a la salud, la educación, la infraestructura, la producción (industrial y agrícola) y el bienestar común. Por ejemplo, el uso de la tecnología 5G abre oportunidades educativas a través de cursos en línea masivos y gratuitos; el acceso rápido y remoto a los servicios de asistencia médica permite a las ambulancias compartir información del paciente con los hospitales para que reciban instrucciones para salvar vidas; la información e interconexión entre ciudades (para reducir la congestión vial y los accidentes) inciden en la calidad de vida y el medioambiente, pues reducen la contaminación y las emisiones de dióxido de carbono y potencian el consumo responsable de energía.
Si bien estamos frente a una revolución incipiente, contamos con experiencia exitosa que explica por qué insistimos en el desarrollo de la 5G. En Alemania, sobresale Trops, que con el uso de inteligencia artificial identifica si las frutas están listas para la venta. Utilizando un brazo robótico se detecta la fruta, se corta y se almacena.
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Toda la información adquirida a través de sensores de calidad se traslada a una base de datos para análisis del agricultor. Asimismo, en el campo, se utilizan los drones con sensores de humedad e hidratación, y se combaten las plagas.
En Inglaterra, en las denominadas granjas inteligentes, se colocan sensores en cada ganado (chips) que proveen información sobre el momento en que las vacas se pueden ordeñar, alimentar e hidratar, y acerca de la calidad del producto lácteo y el control de enfermedades. Todos los datos son remitidos a la granja o al celular del granjero para avisar sobre anomalías. Los brazos robóticos son los que ordeñan y los drones vigilan en el campo.
En Argentina, una política de Estado (con mayúscula) promovió mayor despliegue por área geográfica y realizaron la convocatoria de operadores e industrias con una muestra pública del potencial de la 5G, donde destacaron las exposiciones de educación, medicina, seguridad, logística y entretenimiento.
Los expertos indicaron que la realidad aumentada en el campo de la educación y las intervenciones quirúrgicas fueron claves en la exposición e interés de la política de Estado. Asimismo, se dispuso como estrategia la ampliación de fibra óptica como paso previo a la licitación.
En este ejercicio incluyamos a Chile, que promovió la licitación para conectar 199 hospitales y 358 servicios de salud rurales, con los que pretenden llevar a cabo procedimientos médicos remotos y telemedicina.
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Los cuatro ejemplos demuestran que se debe garantizar el alcance de la revolución tecnológica en forma integral, llevarla a las zonas rurales y coordinar políticas públicas que garanticen atenuar una nueva brecha de universalidad y solidaridad.
En Costa Rica, esfuerzos en banca, hogares inteligentes y aplicaciones, entre otros, han enfrentado un terreno árido, porque como país carecemos de una hoja de ruta donde todo el ecosistema sea convocado y articulado.
Por ello, insistimos. Porque para alcanzar el valor público de la tecnología 5G es necesaria la convergencia de esfuerzos de la industria, la academia, las empresas y las instituciones públicas. Solo con liderazgo y visión será posible impulsar la política pública requerida en esta materia.
La autora es superintendenta de telecomunicaciones.