Ya salió el ansiado Programa Macroeconómico del Banco Central. Digo ansiado porque este año se dio mucha especulación sobre su contenido. Muchos sospechábamos que el Central anunciaría cambios importantes, especialmente en su política cambiaria. Esto porque el Banco Central es una pieza muy importante en la guerra anunciada hace un par de semanas por doña Laura contra la entrada de capital especulativo.
Está claro que el Central estaba ante un enorme dilema. Eliminar las bandas hubiera implicado ceder ante la presión de algunos grupos que invirtieron millones de dólares, apostándole a que el tipo de cambio bajaría y con eso llevarse jugosas ganancias. No cambiar las bandas implicaría que probablemente el Banco tendría que seguir comprando dólares para defender el piso. En ambas opciones se afecta la competitividad de la producción nacional. En la primera por la vía de una caída del tipo de cambio. En la segunda por la vía de mayores costos de producción.
El Banco Central decide ir por la segunda opción: deja las bandas intactas. Dadas las condiciones actuales, eso parece lo más prudente. Eso sí, el Central advierte que aún mantiene el compromiso de una transición “gradual y ordenada” hacia la flotación cambiaria. Esto porque reconoce que mantener las bandas le limitan la eficacia en su política monetaria para controlar la inflación.
El Banco pareciera estar dispuesto a dar un compás de espera antes de quitar las bandas, para ver si otras medidas surten efecto para detener la entrada masiva de capitales financieros. Ya las tasas de interés vienen bajando. Aunque está claro que, mientras no se reduzca el tamaño del déficit fiscal, es muy difícil que las tasas bajen lo suficiente como para que desaparezca el premio por ahorrar en colones. Por eso también está a la espera de que la Asamblea apruebe la propuesta de impuestos y encajes al capital extranjero.
Mientras tanto, el Banco Central tendrá que lidiar con las presiones inflacionarias. Controlar los precios sigue siendo la principal preocupación del Central. Si no quiso (o no pudo) eliminar las bandas, y tampoco quiere (o no le conviene) que las tasas de interés suban, le quedan pocas herramientas para hacer su trabajo. Ahí es donde el Banco saca de su arsenal un viejo instrumento casi olvidado: Topes de Cartera. Le impone límites al crecimiento del crédito de las instituciones financieras para los próximos 9 meses.
Cuando uno ve el panorama completo, la verdad es que no gusta el conjunto de medidas aplicadas. Todas son parches. Todas agregan distorsiones. Cada una por sí misma es insuficiente. Se están tapando huecos, pero cada día aparecen más.
El problema de fondo continúa sin resolverse: el déficit fiscal. Y eso no le toca al Banco Central resolverlo.