El confinamiento me ha sido más llevadero gracias al tiempo que he podido dedicar al goce de la buena literatura.
Me refiero, en este momento, a las novelas de dos destacadas escritoras: de Arabella Salaverry, Rastro de sal (2020), y de Emilia Macaya, Más allá del río (2020).
Disímiles y distantes en el tiempo, el tratamiento de sus contenidos posibilita que se lean bajo el concepto de historia que propone Lucien Febvre, pionero de la nueva historia.
Dice el estudioso: "No se hace historia únicamente con documentos escritos sino que también con las formas del campo y de las hierbas, con los eclipses de luna y las arremetidas de los caballos… Con todo eso que, perteneciendo al hombre depende del hombre, sirve al hombre, expresa al hombre, demuestra la presencia, la actividad, los gustos y los modos de ser del hombre”.
Y añade al respecto que se hace historia a partir de lo siguiente: “Donde ha pasado el hombre, donde ha dejado alguna impronta de su vida y de su inteligencia, allí está la historia”.
Ambas novelas son un ejemplo de lo anterior. Sobre la base de hechos históricos: esclarecimiento de un crimen en una y momentos de la vida de Limón en la otra, se despliega, en amplio mural, la ambientación de las sociedades del momento: sus historias, sus glorias y sus incertidumbres, sus dolores, costumbres, valores, alegrías, pasiones; así como también sus amaneceres y anocheceres, el sol y la luna, sus olores y sabores, sus enaguas y crinolinas, sus juegos…
Cuatro generaciones de mujeres. Rastro de sal está situada esencialmente en Limón y en otro momento en Cartagena de Indias. Recordemos que el tema de Limón y de la negritud, sus momentos de gloria, sus avatares, sus tragedias y demás, ha sido tratado por otras novelistas: La flota negra, de Yazmín Ross; La loca de Gandoca y Limón blues de Ana Cristina Rossi; y Calypso de Tatiana Lobo.
Rastro de sal es un eslabón más de esa cadena. Cubre el final del siglo XIX y los inicios del XX. Se trata de la zaga de cuatro generaciones de mujeres, emparentadas entre sí, que vivieron básicamente en Limón, donde fueron testigo del desarrollo de la ciudad, de la llegada del ferrocarril y todas sus secuelas, de la presencia de Tomás Guardia, de la United Fruit Company, de Minor Keith, de Marcus Garvey y de quienes participaron en ese período importante y también desgarrador de nuestra historia.
Los personajes femeninos, Candelaria, Cándida, Clemencia y de nuevo Candelaria, son personalidades transgresoras, valientes, luchadoras y resolutas, cualidades propias de quienes luchan por recuperar espacios.
Una constante del texto es el recurso del monólogo interior gracias al cual se perfila la psicología y también las experiencias y angustias de los cuatro personajes femeninos principales.
Doña Mariquita. Mas allá del río que se desarrolla en la mitad del siglo XIX, ambientada básicamente en San José, es la historia de una elegante dama, viuda de un importante caballero, ligada a figuras de poder de la época, y quien dirige su casa, sus negocios y la investigación sobre la muerte del general José María Cañas.
La dama en cuestión, doña Mariquita, contrata a un personaje, un tanto misterioso, conocido como Julio Espada, cuyas raíces no son lo suficiente conocidas.
La tarea de Espada es ayudar a esclarecer la muerte del destacado general, activo en todas las lides relacionadas con la Guerra de 1856.
Espada y la mencionada gran señora, conocida como doña Mariquita, son ejes estructurantes que atraviesan la narración.
Los contenidos históricos narrados tienen como telón de fondo un mural que recrea, con lujo de detalles, las costumbres, valores, pasiones, así como los avatares relacionados con los acontecimientos que rodearon la época de la guerra del 56, el cólera, William Walker y, especialmente, las figuras de don Juanito Mora y don José María Cañas.
Las dos historias tienen textos introductorios: en Rastro de sal son epígrafes de dos escritores destacados, García Márquez y Borges; además, una dedicatoria a sus antepasados.
En Más allá del río son epígrafes de la autora y además un texto introductorio a cada capítulo que adelanta, con discreción, el contenido del capítulo correspondiente.
Novelas de género. Ambas novelas son, como se conoce en la actualidad, novelas de género, dada la innegable fuerza y carácter reivindicatorio de los personajes femeninos.
Cuatro mujeres, enlazadas por parentesco y que dan vida a Rastro de sal, son valientes y decididas, resolutas, luchadoras por sus derechos y demás.
En Mas allá del río cabe señalar, como ejemplo, la muestra de sororidad que aflora entre dos personajes femeninos muy importantes: doña Mariquita, la elegante señora, y Azucena, la empleada solidaria; todo ello narrado con exquisitez y gran comprensión de la psicología femenina como reivindicación y triunfo de su posición dentro del esquema social.
Cada uno de los textos goza de un lenguaje literario que las honra; y no deben escatimarse elogios para ponderar el estilo depurado y cuidadoso de ambas novelas prueba fehaciente del compromiso de las escritoras con la escritura.
Hay que recordar el espinoso tema de la relación verdad histórica-verdad ficcional, ya que ese binomio trata del lugar ineludible que tiene la imaginación (entendida como una forma de desconocimiento) en la ambientación y construcción del discurso histórico.
Así, por un lado, la elaboración de los personajes históricos más relevantes tiene, necesariamente, una dosis de imaginación; por otro, los ficticios, producto de la imaginación, no se quedan atrás en su carácter convincente. Un texto literario que no esté construido con una dosis de imaginación, condición sine que non del buen discurrir de la literatura, no aportará gran goce a los lectores.
En ambos textos, verdad y ficción se entrelazan armoniosamente y de manera creíble para gozo de quienes disfrutan de la buena literatura y para quienes sientan y disfruten de las sensaciones, emociones y pasiones propuestas en Rastro de sal y en Mas allá del río.
Bajo estos parámetros recomiendo ambas novelas. Su disfrute estará garantizado.
La autora es filóloga.