Martes 13. Con tristes augurios termina, como podía haberse previsto, el primer año de la Zeitenwende. Aun dentro de su sombría perspectiva, este concepto del canciller alemán, Olaf Scholz, describe con emblemática precisión analítica los cambios que llegan con el viraje de una época a otra. El mundo ya es otro. El mérito de Scholz es haberlo entendido de forma instantánea, cuando apenas se iniciaba la guerra en Ucrania y sus contornos imprecisos no dejaban vislumbrar todavía todos sus alcances.
No estoy segura si el mismo Scholz entendió las repercusiones que venían con su alusión casándrica. Pienso que no. Si realmente hubiera sabido lo que estaba en juego, lo habría apostado todo por detener esa guerra insensata. Por el contrario, en esa hora fatídica, decidió desatar la maquinaria bélica germánica. Era la primera vez desde la II Guerra Mundial.
¿Cómo aventurar tanto a ganancias tan exiguas como inciertas? Así se juega con frecuencia al borde del abismo. El peligro acecha y los cálculos tienden a fallar. Desde Moscú hasta Washington, calcularon mal. Ni fue la campaña relámpago que vislumbró Putin, ni tampoco el rápido desplome del oso ruso, como pretendían las sanciones occidentales. Cuando el dios Marte despierta, cuesta mucho que retorne pronto a los brazos de Morfeo. Pero desde la falsa seguridad que permite desatinos, poco se sospecha el fétido olor de las tragedias.
Nos contaba Ives Mosser, nuestro profesor de Historia en el Franco, que iban alegres los jóvenes reclutas hacia los trenes que los llevarían a inesperados escenarios dantescos en la I Guerra Mundial. Así, tal vez con esa misma ingenua borrachera, no terminamos aún de asimilar las trastocadas circunstancias en que deberán transitar nuestros entornos políticos, económicos y sociales.
Zeitenwende es reconocimiento y advertencia. Nos habla del declive de los escenarios que permitieron la globalización que vivimos y en la que se fundó el desarrollo económico y social de las naciones. También nos ofrece aciagos augurios de esperanzas truncadas y tareas inacabadas que no tendrán ya los mismos márgenes de maniobra para cumplirse. Pero cantamos y danzamos todavía en la inconsciencia del suelo tambaleante bajo nuestros pies. Terminamos el año sin sospechar que nos despedimos del mundo de ayer.
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