Entre el 2013 y el 2014, la cantidad de oreros que operó en el Parque Nacional Corcovado, ubicado en la península de Osa, creció de 250 a 400, según datos del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).
El incremento de esta cifra preocupa a los guardaparques, quienes realizaron, durante ese mismo periodo, unos 267 patrullajes en las 16.000 hectáreas donde se concentra el sector orero (personas dedicadas a la explotación ilegal de oro en la zona).
Así lo explicó Carlos Madriz, jefe del Programa de Control y Protección del Área de Conservación de Osa.
Las razones por las que la gente ingresa al parque en busca de oro son variadas e incluso históricas, sostiene Eliécer Arce, quien es el administrador del Parque Nacional Corcovado.
En ocasiones, la actividad responde a las condiciones socioeconómicas propias de la zona e incluso a la tradición familiar.
Rigoberto Piedra, un orero de 48 años, entrevistado por un equipo de La Nación , en las cercanías de Corcovado, pero fuera del parque nacional manifestó: “Uno la pulsea, oreamos para sobrevivir. Hay veces en que se aguanta hambre. Si uno encuentra oro, lo lleva afuera para ver quién se lo compra”.
Piedra explicó que, eso sí, su actividad la realiza “respetando siempre los límites del parque, porque no se puede hacer ahí”.
Él y su compañero en la tarea de extraer oro, Gerardo Espinoza, aseguraron que los riesgos a los que se exponen son muchos, pero la necesidad es mayor.
“A veces, uno queda sin uñas, yo me he llevado majaduras que me dejan hasta tres meses sin hacer nada”, comentó Espinoza.
Según Carlos Madriz, junto a la orería, el parque sufre otra serie de problemas, entre ellas: la explotación de madera y la corta de árboles dentro de la zona protegida.
“Tenemos explotación de madera, hemos tenido problemas con una banda de robo de madera que se mueve en los límites de Corcovado.
”Asimismo, se da la cacería dentro del parque, que es un área que posee mucha biodiversidad, con las poblaciones de chancho de monte y de jaguar”, detalló.