En 2666, la emblemática novela póstuma de Roberto Bolaño, Amalfitano, un desvencijado profesor de literatura, recuerda un encuentro breve con un joven y enjuto farmacéutico de grandes gafas.
Más por hacer conversación que por un interés genuino, Amalfitano pregunta al farmacéutico, a quien siempre encuentra leyendo, qué tipo de libros prefiere. El farmacéutico responde, desganado, que le gustan libros como La metamorfosis, Bartleby, Un corazón simple o Un cuento de navidad.
Ante la respuesta, Amalfitano reniega internamente, no solo porque algunos de esos títulos son cuentos y no libros, sino por la preferencia del joven por la obras menores. “Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros”.
La novela Mi lucha, del escritor noruego Karl Ove Knausgård, editada en seis tomos y traducida al español por Editorial Anagrama, es, sin duda, una de esas obras torrenciales e imperfectas de las que habla Bolaño: un mamotreto monumental en el que, a grandes rasgos, no pasa nunca nada, pero en el que, bajo esa nada, palpita algo reluciente y magnético.
En todo caso, ateniéndonos al aserto de Amalfitano, lo lógico habría sido que Mi lucha no encontrara sus lectores, pues son muchos los elementos en su contra. Por ejemplo: su enorme tamaño, la referencia a Hitler en el título y su carácter autobiográfico, aunado al hecho de centrarse en la existencia completamente anodina de un escritor noruego totalmente desconocido.
¿Cómo es, entonces, que esta obra se ha convertido en una suerte de best seller traducido a 22 idiomas y leído con fruición por millones de personas alrededor del mundo? ¿Cómo ha sabido encontrar Mi lucha su sitio en las listas de los mejores libros de medios tan connotados como The Guardian o The New York Times? ¿Y en qué consiste esa fascinación de la crítica que, cuando no celebra decididamente el texto, lo condena con la misma pasión?
Las polémicas de un escritor desconocido
Previamente a la publicación de Mi lucha, el nombre de Karl Ove Knausgård no figuraba entre los más conocidos de la órbita literaria mundial. Con un par de novelas a cuestas, ciertamente bien recibidas en su país pero apenas y conocidas fuera de él, Knausgård se desempeñaba como asesor de traducción de La Biblia al noruego.
Para el 2009, cuando se publicó el primer tomo de Mi lucha (editado en español como La muerte del padre, aún cuando en noruego los volúmenes carecen de nombre propio), Knausgård era tan solo un prometedor escritor de 41 años.
Todo cambió cuando, tras la publicación de ese tomo, se generó una primera y agria polémica en torno al modo en que Knausgård describía su intimidad y la de sus seres queridos.
El libro, centrado como su traducción castellana lo indica en torno a la muerte de su padre, cuenta con una especie de vocación archivística cada uno de los turbios detalles que rodearon esa defunción.
Tras la noticia del deceso, Knausgård y su hermano Yngve encuentran el cadáver del padre alcoholizado, con la nariz rota y en un estado de franco deterioro, en la sórdida casa de una abuela completamente alcoholizada.
A través de una narración hiperrealista, descriptiva hasta las últimas consecuencias, el autor relata el modo en que fija junto a su hermano todos los detalles del entierro, mientras pone en orden la casa abandonada: una casa repleta de basura, mierda y botellas vacías.
En el último volumen, por contrapartida, nos enteramos de que, tras la circulación del primer manuscrito entre familiares y conocidos, aparecieron algunos de los más acérrimos detractores, especialmente un tío (personaje en la novela), que incluso amenazó con realizar una demanda si el libro llegaba a publicarse.
Después de las primeras recepciones del texto, los críticos y la prensa hicieron lo propio y plantearon una serie de preguntas acerca de los límites del realismo literario y la autobiografía: ¿es válido representar a seres reales ofreciendo información personal de sus vidas en un libro?, ¿cuáles son los umbrales que debería respetar la literatura?, ¿es válido realizar trasvases entre la ficción y la realidad sin la autorización de los personajes involucrados? ¿Y por qué el nombre del libro citaba impunemente al personaje más odiado del siglo XX?
¿Malversaciones de la intimidad?
Sin embargo, al lado de esas críticas que pasaron por alto la obra para pasar a discutir sus implicaciones, un grupo importante de comentadores del texto (entre ellos, Fredric Jameson) ha celebrado su falta de concesiones a la hora de seguir la premisa de contarlo todo a través de una escritura maratónica que se detiene, con igual interés, en la poesía de Paul Celan que en la mancha de una taza de café.
En todo caso, las polémicas metaliterarias acerca de la veracidad del texto resultan desde cierto punto de vista bizantinas, si se toma en consideración que la literatura siempre ha tenido por objeto, en mayor o menor grado, la existencia de personas reales.
Como sea, con la publicación de los siguientes cinco volúmenes, aún las críticas negativas no hicieron sino aumentar el interés por Mi lucha.
Knausgård, por su parte, continuó centrándose, para el beneplácito de los lectores más curiosos, en aspectos cada vez más personales de su vida, por ejemplo, el nacimiento de sus hijas, su fallida vida sexual adolescente o sus estrepitosas borracheras.
Sin embargo, los pasajes más controversiales siguieron siendo los que involucraban a otras personas. La obsesión de Knausgård por inventariar todo lo que oye, lo que siente y lo que ve alcanza límites intolerables para sus detractores, pues el autor narra con una honestidad casi radiológica lo que cualquier otro habría reservado para sus personajes más odiosos.
Knausgård prefiere no endosar sus pensamientos a nadie más: nos confiesa, no sin cierta candidez, el desagrado que siente hacia alguna gente por su sola apariencia física; admite sus complejos y temores infundados y su sentimiento de inferioridad permanente; nos muestra una ruindad que preferiríamos leer en un personaje ficcional, para así cerrar el libro e irnos a vivir tranquilos.
Acá, en cambio, esos límites se encuentran borrosos pues el experimento consiste, precisamente, en jugar con unas fronteras (las de la autobiografía, la no ficción, la crónica, la novela y el diario) que descolocan los contratos de lectura al uso.
Knausgård realiza, así, un retrato del sujeto contemporáneo tan exacto que probablemente muchos lectores no quisieran verse reflejados en él; al fin y al cabo, a nadie le gusta ver en un espejo sus propias miserias. Por eso, quizá, el pecado más grande de Knausgård sea también su mayor acierto: la sinceridad.
Es en este último sentido que algunos críticos, como Jorge Carrión, ubican Mi lucha como un texto que debe ser leído no tanto como literatura, sino como una obra de arte, habida cuenta de que comparte cierto gesto performativo más cercano al trabajo de alguien como Andy Warhol que al de alguien de cualquier escritor realista. La clave está en el hecho de que ese que está ahí siendo expuesto sin tapujos tiene el mismo nombre de aquel que lleva a cabo la exposición.
Desde esta perspectiva, la importancia de Knausgård estaría más en lo que hacen sus textos, que en cómo lo hacen.
La vida desde adentro
Del primero al sexto tomo resulta patente que Knausgård posee un olfato particular para captar lo que el lector voyeurista que todos llevamos dentro espera de él.
Lo cotidiano visto en primera persona ocupa, en efecto, el epicentro de la novela, con la única excepción de las cerca de 400 páginas dedicadas a la vida de Adolfo Hitler, que, de todos modos, no hacen más que reforzar la centralidad de lo privado en el mundo knausgårdeano, pues el propio líder nazi aparece retratado, por extraño que parezca, desde el ángulo de lo íntimo.
En ese sentido, Knausgård resulta desde ya un escritor paradigmático del siglo XXI, pues se encuentra empotrado en una sociedad cada vez más caracterizada por la espectacularización de lo privado.
Dicho de otro modo: Knausgård tiene sentido únicamente en el marco de una cultura en la que millones de personas toman fotos de sí mismas, de lo que comen, de dónde van y lo que ven para publicarlo febrilmente en sus redes sociales, aún cuando en ello no haya nada de especial o meritorio.
Sin ese encantamiento actual por lo banal y cotidiano, es posible, en efecto, que no hubiera sido concebible una obra que dedica cientos de páginas a describir visitas al supermercado, la preparación de una cena o cómo cambiar un pañal.
¿Superar la literatura?
También hay que decir que, en paralelo a esa pulsión por inventariarlo todo, estas novelas despliegan el enorme talento e inteligencia literarias de su autor.
En alguna de las numerosas entrevistas que figuran en YouTube, Knåusgard asegura que quizá sus obras han sido tan leídas porque el lector puede reconocer en ellas su propia existencia cotidiana.
Sin embargo, Mi lucha trata de algo más que de reflejar la realidad: se trata de agitar sus vórtices para poder volver a capturar su costado más luminoso. No porque en la realidad sucede algo extraordinario, sino al revés: en eso que vemos todo el tiempo, si aguzamos el ojo, hay algo más que está siempre brillando.
Por eso, quizá, en el centro de la empresa de Knausgård se encuentre reformulada aquella vieja premisa de fundir el arte con la vida. Solo que para el noruego ya no se trataría más de que el arte se asemeje a la vida, sino de que esta se eleve sobre sí misma, por fin fulgurante, para no tener que escribirla.
A la venta en Costa Rica
Estas son librerías ofrecen los títulos de Karl Knausgård. Aquí el detalle:
*Andante (San Pedro: 50 metros norte de la Municipalidad de Montes de Oca, frente a bar Bufalo’s; teléfono: 2253-1876)
Tiene el tomo Fin (Mi lucha 6): ¢25.000.
Buhólica (Centro Comercial Combái, Escazú; teléfono 4112-1252)
Tienen disponibles Un hombre enamorado (Mi lucha 2) en ¢15.500 y La isla de la infancia (Mi lucha 3) en ¢14.900.
Duluoz (al costado este de la Casa Amarilla, en San José; teléfono: 2256-0414)
Ofrecen Tiene que llover (Mi lucha 5): ¢25.000, y Fin (Mi lucha 6): ¢25.000.
Internacional (800-LIBRERÍA: 800-542-7374)
Hay unos pocos ejemplares de Muerte del padre (Mi lucha 1) por ¢8.900, Un hombre enamorado (Mi lucha 2) por ¢8.900, La isla de la infancia (Mi lucha 3) por ¢12.800 y Tiene que llover (Mi lucha 5) por ¢14.800.
*El autor es director del Posgrado en Artes de la Universidad de Costa Rica