Maricruz Leiva tiene algo muy claro: no hay que perder de vista al toro.
Se lo repite a sí misma cada día y también es un consejo que les da a los toreros improvisados menos experimentados. Ella se dio a conocer en 7 estrellas por la farándula, las alfombras rojas y las pasarelas, donde todo brilla y todo está en orden. Pero desde el 2013, su osadía la ha llevado a un terreno más impredecible: las corridas de toros televisadas cada fin de año.
La extrovertida Leiva ya es ficha fija en las transmisiones taurinas de Repretel, durante las cuales se divierte con el público en las graderías y entrevista a quienes llegan a tentar la suerte: los toreros improvisados.
Muchas veces ha sentido de cerca a los enormes toros: una vez, uno de los inmensos animales brincó a pocos centímetros de ella, quien instintivamente se agachó y salió por el "burladero". Quizá otra presentadora no volvería a lanzarse al ruedo después de tal susto, pero ella se quedó. Hasta se rió a carcajadas por el golpe de adrenalina.
¿Cómo se prepara para cada intensa temporada en el ruedo? "No tengo preparación extraordinaria", dice Leiva. "Conozco el ambiente y las ganaderías, sé lo que hay que hacer. Generalmente, antes de las transmisiones se hacen reuniones, no se llega a improvisar. Desde ahora yo me empiezo a encomendar a Dios todos los días para que no me vaya a pasar nada, porque pueden pasar muchas cosas: que el toro brinque, que esté muy cerca o que los improvisados que corren como locos lo boten a uno (risas)".
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"Hay que estar siempre alerta, y nunca perder de vista al toro. También pido para que la pierna mala no me vaya a fallar (Leiva bromea con que tiene una 'pierna biónica' tras un accidente)".
Pero el resto del año, no hay tanto riesgo en la vida de Leiva. Entre febrero y noviembre, trabaja en su agencia de relaciones públicas y en proyectos de publicidad.
Amistad en la arena
Leiva cataloga su participación en las transmisiones de fin de año de Repretel (del 25 de diciembre al 8 de enero) como “una bendición” que le permite trabajar en un ambiente que disfruta.
“Yo soy tan bombeta y pelotera que me encantan los toros, el tope y vivir toda esta fiesta popular. Desde carajilla crecí con esto de ir a Zapote. Para mí, seguir viviendo esta fiesta popular es una bendición que me gusta compartir con la gente.
"Agradezco la oportunidad de volver a la tele una vez al año y compartir con algo que me gusta como son los toros. En Repretel me siento muy bien: estoy contenta y cómoda. Ellos respetan mucho al profesional”, comentó.
El trabajo de Leiva, quien por 13 años fue periodista y presentadora de 7 estrellas (Teletica), se facilita porque sabe que el público siempre llega con actitud de pasarla bien y eso permite que estén sintonía con su labor. “La experiencia que uno tiene pesa y eso aporta”, añadió.
Con los toreros ha forjado relaciones cordiales. Tener una personalidad tan extrovertida le permite, según dice, "tener 'salidas' divertidas" y siempre bromear con los "improvisados".
“Siempre hablo con ellos (los toreros), ahora los conozco a todos, sé con quién hablar, sé lo que puede pasar. Uno pide a Dios que no pasen cosas graves. Uno sabe cómo se la juegan los improvisados, uno los ve golpeados... uno piensa en la mamá”, contó.
La empatía entre Leiva y los toreros, así como su experiencia en el redondel, incluso le permite aconsejarlos cuando hace falta. “Entre los improvisados hay de todo: están los de experiencia, que admiro. Ellos son los que andan de redondel en redondel, son gatos, saben cómo quitarse el toro, saben hacer el quiebre y siempre le tienen respeto al toro, porque aun con esa experiencia pasan cosas.
"También está el improvisado que llega por primera vez y a ganar plata fácil. Cuando los veo jovenctitos, les aconsejo que no le pierdan la vista al toro y siempre le pregunto que si la mamá sabe que está allí... Cuando me dicen que no, les digo que le avisen para que ella tenga el chance de rezar y pedir por él”, relató Leiva.
Las risas y el show siempre continúan, aunque en el ruedo muchas veces hay angustia y hasta ganas de llorar.
“Una vez, un gringo estaba de paseo en Costa Rica y las personas con las que andaba le dijeron que se metiera al ruedo. Ese día, entrevisto a ese muchacho y me doy cuenta de que estaba cumpliedo años, 28.
"Se mete el gringo, no tenía experiencia para correr y el toro lo agarra. Me acuerdo de que el doctor Manzur (un médico del redondel) me dijo: 'Creo que va descerebrado, rece'. Ese día yo lloré, salí y venía llorando, me hinqué, recé y, llorando, le dije a Dios que no se muriera porque estaba celebrando el cumpleaños un 25 de diciembre, en país ajeno y que la mamá no sabía nada", recuerda.
"La mamá se vino, el muchacho estuvo inconsciente tres noches... Salió el 30 de diciembre del hospital bueno y sano. A todos les digo que no le pierdan la vista al toro”.