Por más extraño que parezca, Ricardo Padilla dice que está “contentísimo” unas 16 horas después de que un árbol de unas siete toneladas le cayera sobre su carro.
No lo dice porque le alegra el dolor de pecho del que aqueja durante la conversación, sino porque siente que ha comenzado una nueva vida.
“Justo este año estoy cumpliendo 50 años de carrera de vida. Ha sido una gran celebración, pero ahora estoy festejando la vida porque lo que me pasó era para que me muriera”.
Lo que dice Padilla no es una exageración. Las fotos que circulan por Facebook hablan sobre la gravedad del accidente que sufrió ayer al mediodía: su camioneta doble cabina quedó hecha un acordeón por un árbol podrido que cayó en medio camino hacia Puriscal.
“Yo tengo un hotel que estoy terminando de construir en Mora, en Ciudad Colón, pero queda muy cerca de Puriscal. Me fui con un señor que está poniendo camaritas de seguridad en el hotel y vi que era hora de almuerzo entonces le dije que a los tres kilómetros había un restaurante riquísimo para ir a comer chicharrones y unos refresquitos”, recuerda el cantante nacional.
“Faltaban unos 800 metros para llegar, yo iba como a 70 kilómetros por hora, y en eso sentí un juamazo en seco. En un segundo, volví a ver el camino y no venía un solo carro. No sabía qué pasaba. De repente sentí que el carro empezaba a achicarse y sentí el techo del carro en mi nariz. Todo se detuvo; sentí como en las películas cuando la gente se hace chiquita. De repente, no podía respirar. Apenas hacía cortas respiraciones, pero me estaba poniendo morado. Perfectamente pude morirme”, rememora.
El músico dice que, al voltear su mirada, vio como un higuerón o un árbol de Guanacaste. Por milímetros, el carro cayó en la parte de pasajeros traseros. Padilla y su acompañante iban en los asientos delanteros, donde cayeron gruesas ramas del árbol.
“No perdí el conocimiento, pero el compañero que iba conmigo sí. Vi que la mano le sangraba y me caía su sangre. Al ratito, empecé a ver gente que trataba de romper el vidrio medio reventado. Me decían que apagara el motor, que me quitara el cinturón, pero no podía. Estaba morado. Llegó mucha gente amable, trataron de abrirme la puerta para respirar y al momento oí sirenas de ambulancias y bomberos. Me cortaron la puerta, sacaron al compañero y luego a mí, para llevarme a la clínica de Puriscal. Nunca perdí el conocimiento”, cuenta Padilla.
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“Pero fue algo curiosísimo porque, aún hecho pistola, algunos me pusieron a cantar", dice entre risas. “Había viejillas tomándose fotos y una muchacha me contó que yo hace años le regalé unos binóculos. En eso me hicieron radiografías, me mandaron al Hospital San Juan de Dios y yo preocupado por encontrarme gente tosiendo, por miedo al coronavirus”, cuenta otra vez riendo.
Tras los análisis realizados, los médicos no encontraron mayores complicaciones en la salud del músico y a las ocho horas fue dado de alta, con tratamientos contra el dolor por los golpes, pero sin ninguna fractura que lo imposibilite movilizarse.
“Ahora me duelen hasta los pelos de la cabeza, pero sé que la vida vuelve a la normalidad. Estaré en completo reposo una semana y ya vendrá todo. Ahora estoy festejando mi nueva vida”, finaliza.