Mientras veía la película Ted Bundy: Durmiendo con el asesino (2019), dirigida por Joe Berlinger de manera irregular, esto es, con muy buenos momentos y con otros no tan a la misma altura, me dio por recordar una famosa frase del escritor del Siglo de Oro español, Francisco de Quevedo.
Decía Quevedo que bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada; expresión que en un refranero popular se asemeja, poco más, poco menos, a aquella de “caras vemos, corazones no sabemos” o a la otra de “candil de la calle y oscuridad de su casa”.
Ted Bundy: Durmiendo con el asesino es la historia de un cruel homicida en serie, psicópata de nuestros tiempos, quien se metía en los predios universitarios para seducir a muchachas a las que luego violaba, descuartizaba y asesinaba de manera harto cruel.
Esa era una parte de su rostro. En tanto, era el compañero perfecto, amoroso y ejemplar, como lo fue con sus dos parejas. Dentro de su cinismo, contra todas las pruebas, Ted Bundy se declaró siempre inocente, así hasta morir en la silla eléctrica por orden judicial el 24 de enero de 1989. Tenía 42 años en ese momento.
Tal fue su doble conducta, que ni sus dos compañeras de vida (en distintos momentos) lo creían asesino. Como paréntesis, he de señalar que lo mejor del filme, en actuaciones, son los trabajos de las actrices Lilly Collins y Kaya Scodelario; en cambio, Zac Efron, como Bundy, me parece que se dedicó a posar su rostro en el estilo “Disney” que lo hizo popular.
Esa idea de “dormir con el asesino” es un motivo frecuente en el cine y pone de manifiesto cómo, en las relaciones de mayor intimidad física y emocional, se cuelan rasgos perturbados de un miembro de la pareja. Ello implica una convención ficcional con la audiencia a la que el filme sabe prestarle atención.
Lo que mejor logra Ted Bundy: Durmiendo con el asesino es mostrar un panorama donde se mezcla la locura con el amor, con el engaño y con el dolor. Súmenle el exhibicionismo que promueve la cobertura periodística del caso, que el filme destaca sin excesos: apuntalando no más.
Con oportuna razón, esta historia abre con una frase de Goethe: “Muy pocos son capaces de imaginarse la realidad”. Ese eje se demuestra con los hechos narrados.
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Esta película no es un thriller. Más bien se acerca a un drama y, así, establece un buen juego con el espectador, quien podría acercarse esperando la espectacularidad del thriller. Esta “trampa” la evita el rumbo del guion y la puesta en imágenes del director. Por eso, tiene más valor la subjetividad, el mundo interno de los personajes, que la objetividad de las acciones.
Antes de ponerle el punto final a esta crítica, hay que mencionar la contundente actuación de John Malkovich, como juez, ¡cómo crece el filme cuando la cámara se posa en él! Por eso, adrede, este aspecto queda como párrafo aparte y concluyente.
TED BUNDY: DURMIENDO CON EL ASESINO
Título original: Extremely Wicked, Schockingly Evil and Vile.
Estados Unidos, 2019.
Género: Drama.
Director: Joe Berliger.
Elenco: Zac Efron, Lily Collins.
Duración: 108 minutos.
Cines: Cinemark, Cinépolis, Nova, CCM, Studio, San Pedro.
Calificación: Tres estrellas de cinco posibles.