Al no vidente Luis Herrera Mora, quien se gana la vida cantando cerca de la Plaza de la Cultura, en la capital, le han robado tantas veces que ya perdió la cuenta.
Ni siquiera acude a las autoridades porque sabe que difícilmente recuperará lo perdido.
“Lo que no me han logrado quitar es la guitarra porque nunca la suelto, es como mi hermana”, afirmó la mañana del jueves, sujetándola con fuerza.
Más allá, frente a la librería Lehman, Luz María Redondo Poveda, de 72 años, estaba arrecostada a una pared y miraba a todo lado con desánimo y desconfianza. “Que desgraciados son, no ve que me robaron el banquito y ahora tengo que estar parada todo el día, así es muy cansado”, se quejó.
Unos 150 metros al oeste, sentado en una acera frente a la tienda Universal, Wálter Acuña Mata pide monedas con mirada misericordiosa a los transeúntes .
Por momentos balbucea como un niño y dice no saber su edad, aunque aparenta más de 50 años.
“Si, me yoban mucho, me meten la mano en la bosa y todo”, afirmó, riendo a carcajadas, dejando ver unos pocos dientes amarillos y llenos de caries. Por su forma de expresarse parece un niño de escasos cinco años.
Los tres son a diario el blanco más fácil del hampa en San José, según reportes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Personas como ellas, con diversas discapacidades, son para muchos ladrones ‘una segura caja chica’, a la cual acuden cada vez que lo necesitan.
“No respetan nada, si viera la chicha que da verlos salir corriendo y yo aquí sin poder hacer nada sentado en esta silla de ruedas”, dijo Gabino Castillo Jiménez, de 57 años, quien vende lotería frente a tienda La Gloria, en San José.
Aunque la presencia policial ha mejorado, la cantidad de policías en el centro capitalino aún no es suficiente. “Casi no se ven y cuando roban algo, lo que ocurre a menudo, nunca aparecen o llegan siempre tarde y eso no debería ser así”, añadió con molestia Castillo.
Por eso, cada vez que escucha caer una ‘moneda grande’ o le advierten que le dejaron un billete, mete la mano como por reflejo para agarrar el dinero y guardarlo en sus bolsillos. “Aquí vienen unos maes que hacen que echan algo y me roban la platita, es a cada rato pero no puedo hacer nada”, dijo.
Lo mismo le sucede al también músico, Luis Herrera, quien toca guitarra y canta junto con varios amigos para recoger “en una cajita lo que la gente nos quiera dar”.
“Hay que estar muy vivo, nos roban de todo. Vendemos discos y también se los llevan, siempre son los mismos ladrones”, recordó.
Los vendedores de lotería, los de mayor edad o con alguna discapacidad, también sufren en manos del hampa. “Se llevan los pedazos de chances o me meten la mano en al bolsa y me sacan plata, yo no los puedo ver y se me van”, afirmó Carlos Chavarría Acuña, de 59 años.
Antonia Bejarano Ramírez, de 79 años, quien trabaja frente a Correos de Costa Rica también es “caja chica” para algunos ladrones. “Las cosas son peores de unos seis años para acá, me quitan lotería y salen corriendo, ya estoy vieja para carrerearlos”, exclamó. Los hurtos son más frecuentes entre la Plaza de la Cultura y el Parque Central. Muchas de las víctimas ni siquiera denuncian, según el OIJ.