Alia Cardinale fue por muchos años la cara del triatlón femenino. Abrió camino, rompió barreras y dejó un historial que hoy se cierra, al menos en el plano internacional.
No quiere ponerle el nombre de retiro, pero esta sancarleña dice adiós al ciclo olímpico y a las competencias de la Federación Internacional de Triatlón (ITU).
Su vacío deja una interrogante: ¿Quién o quiénes toman el relevo? La respuesta es en singular, pues solo una atleta se vislumbra para ocupar ese lugar.
Se trata de Raquel Solís, de 19 años, y quien recientemente acompañó a Cardinale en los Juegos Centroamericanos de Managua y Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla.
Ahora le tocará continuar sola, pues pierde a la voz de la experiencia y mirando hacia atrás no hay ninguna otra triatleta con el cartel para decir que también tomará la estafeta.
Solís podría vivir lo mismo que experimentó Cardinale, aunque en dimensión diferente.
La atleta de 32 años "nació" en una generación de la que apenas sobrevivió ella y Leonardo Chacón. Para ambos era usual ir a competir afuera "solos", sin otros compañeros.
“Con todos los procesos de talentos que hay, hoy deberíamos tener un poquito más. Se ve que en la rama femenina se necesita desarrollar mucho más, porque ahorita que me aparto solo queda Raquel, es un momento de análisis...”, asegura Cardinale.
Fabián Loaiza, gerente de la Federación Unida de Triatlón, señala que a hoy Solís tiene un currículo importante, sobre todo porque fue la primera mujer costarricense en clasificarse a un mundial junior por méritos propios, sin invitación.
“Me encantaría que hayan dos personas más con similar rendimiento para que ella no ande sola por el mundo como le pasó a Alia y a Leo, eran ellos contra el mundo”, explica el dirigente.
Después de Raquel hay dos grupos, niñas entre 13 y 15 años, y otro entre 16 y 19 años, entre ellas Fiorella Vega, aunque hoy no se puede asegurar que vayan a mantenerse, porque el proceso es muy largo.
Ellas tienen hoy mejores condiciones económicas de las que tuvo Alia. Y aunque a veces parezca poco, antes era menos.
"A nivel juvenil no tuve ayudas, solo la de mis papás. Incluso fue hasta el 2012 que tuve mis primeros patrocinios de empresas. Quiero que los chicos sean agradecidos y se den cuenta que tienen cosas que nunca tuvimos nosotros", agregó Cardinale.
A la actual campeona centroamericana no le gusta alardear de sus logros e incluso habla más de la espinita que le quedó por cumplir: los Juegos Olímpicos.
Pese a eso, Cardinale recuerda con cariño algunos eventos importantes, entre ellos su primer lugar en la Copa Panamericana, en Chile, en el 2012. Ese mismo año también fue cuarta en una Copa del Mundo en Colombia.
Fue campeona nacional en cuatro ocasiones, asistió a cuatro Juegos Centroamericanos (ganó dos), a dos Centroamericanos y del Caribe y a dos Panamericanos, entre muchas otras.
Encontrar su mejor nivel la llevó incluso a vivir en Francia y se convirtió en la primera mujer del continente que compitió en el torneo local de ese país.
Ahí el triatlón se desarrolla tan fuerte, que existen diferentes divisiones, como sucede en el fútbol, y la nacional estuvo en la máxima categoría.
"Fue un cambio exagerado, lo que uno hacía aquí era algo diminuto", recuerda. Ahí también sacó una licenciatura en Ciencias y Técnicas de la actividad Física y Deportiva.
Precisamente, su profesión es un factor que terminó por inclinar la balanza hacia el adiós del alto rendimiento.
Alia pudo buscar el boleto a los Panamericanos 2019, tenía beca del Comité Olímpico Nacional (CON) y del Instituto Costarricense del Deporte (Icoder), que juntas reunían ¢250.000, insuficiente para quedarse sin trabajo.
Por eso combinaba las prácticas con dos trabajos: su equipo Avanti para personas adultas y tiene a su cargo el equipo de natación de Ciudad Quesada, en categoría de 9 a 12 años.
Pero a ellos se unió otra opción y fue el impulso para decir adiós. La eligieron como entrenadora del equipo de triatlón del Comité Cantonal de San Carlos y eso era uno de sus sueño desde joven, cuando abandonó su pueblo para irse a vivir a San José.
"No fue una decisión de la noche a la mañana, fue una combinación de factores. No podía seguir rechazando ofertas laborales porque del triatlón no se vive".
No se vive como atleta, pero su futuro siempre se lo imagina al lado del deporte y de su tierra: “Me va tocar ayudar desde otro punto, pedir patrocinios, no para mí, sino para un chiquito que lo necesite”.