El fútbol da oportunidades y revanchas. Cada jornada de la Primera División genera abundante material para comentar desde varias perspectivas: táctica y estrategia, superación colectiva, rendimiento individual, victoria, equilibrio o fracaso. Ahora bien, más allá de los libretos de letra incierta que esbozan los timoneles, al mando de inteligencias y voluntades que no siempre vierten la teoría en práctica, el factor individual permite mayor certeza para destacarlo.
Según las estadísticas del partido entre Limón y Alajuelense, el jueves en el Estadio Nacional, de 13 remates rojinegros directos, 11 fueron bloqueados por el guardameta Dexter Lewis Bonilla. Nuestro cronista Esteban Valverde basa su enfoque en la inefectividad rojinegra, más que en el rol del arquero, a quien Esteban también menciona, claro está. Sin embargo, a mí me interesa enfatizar en esta columna la soberbia actuación del cancerbero de la Tromba, por la sencilla razón de que las cosas no han sido fáciles para él.
Nacido en 1981, Dexter comenzó a forjar su estirpe de atajador sobre arenas en marea baja de su Cahuita natal, la tierra del trovador Walter Gavitt Fergusson, el mítico calypsonian que, por cierto, el músico Manuel Monestel (Cantoamérica) y la documentalista Sonia Mayela Rodríguez (UNED) han dado a conocer en el país y en el exterior.
Lewis debutó en 2001 con Limonense. Mi presunción de que sería figura de primer orden, se confirmó con rapidez. El ángel aprendió a volar. Tras cada capítulo de 90 minutos, su hoja de ruta se orientaba hacia los estratos que han escalado tantos de sus congéneres, de la cantera caribeña a la consolidación en el Valle Central.
Sin embargo, humanos al fin, los astros viven a merced de las veleidades de un destino que no siempre viene a mano con los sueños que incuba la infancia. Dos hechos de misterio y drama le afectaron sensiblemente; primero en Alajuelense y después en el sur, donde pretendía resurgir. Como no ocurrió así, el hombre retornó a sus raíces. Y ahora, con más de 400 partidos en la Primera, Dexter Lewis sigue demostrando que su retiro se vislumbra todavía lejano. En esta historia del ángel de ébano, al cuidado de sus redes blancas, restan por escribir más y mejores episodios en su leyenda.