Cartago. Cartaginés se tocó el alma y fraguó en el segundo tiempo un cambio radical en la historia de un duelo que pintaba rojiamarillo en los primeros 45 minutos.
El 3 a 1 del primer juego de la serie final del Verano, además de la ventaja parcial de los hombres de la Vieja Metrópoli de cara al choque de vuelta, ofrece matices y buen material para analizar.
Ayer, el ajedrez florense del primer lapso se desdibujó en el segundo por la reacción fantástica y emocional de un poder azul que sacó la casta, con el abierto empuje de un embrujo de multitud.
El primer tiempo tuvo identidad florense, gracias al ajedrez futbolístico que diseñó Marvin Solano.
Para ello, el timonel contó con un cuarteto avezado: Yosimar Arias, Ismael Gómez, Yendrick Ruiz y Víctor Mambo Núñez.
En esta etapa primaron el cálculo y el sentido de la estrategia de los visitantes, sobre el esquema de los locales, un tanto amarrados, quizás timoratos, frente al buen toque de Yosimar Arias e Ismael Gómez.
Ambos facilitaban el pivoteo de Yendrick Ruiz, en función del taconear inquietante del Mambo.
Núñez abrió la cuenta tras una salida errática de Luis Torres, luego de un rebote de Sirias, al 25’.
Aunque los locales presionaron y pegaron un remate en el larguero de Leonel Moreira (21’), la impresión al final de los 45’ tenía mucho que ver con antiguas vivencias de frustración y fantasmas.
La voz del vestuario. Hay pasajes en estas historias de 90 minutos que no es posible relatar ni certificar, pues ocurren en la intimidad.
Tienen que ver con el verbo, intenso o sereno, vaya usted a saber, de un estratega que va en desventaja y, en cuestión de un cuarto de hora en el camerino, acude al fuero interno en el alma de sus hombres. ¡Y los hace cambiar el rumbo!
De otra manera no se explica uno cómo, con la misma nómina del primer período, Cartaginés fue otro equipo en el segundo.
Con la extraordinaria labor de Carlos Johnson; con el pulmón y el derroche de Félix Montoya; con el vértigo de un Andrés Lezcano que reeditó en 45 minutos sus mejores días; con la entrega total de Hansell Aráuz (¡rompió a llorar cuando lo relevaron!); con las ráfagas de Mauricio Castillo; en fin, con el imperativo azul por el todo o nada, Cartaginés rescató las riendas del choque.
Al sorprendido plantel rojiamarillo no le quedo otra que apechugar con tres dardos en el fondo de la red de Moreira (52’, 55’ y 62’), sin olvidar, eso sí, que cayó en pie de lucha gracias al coraje indómito de figuras como Oscar Esteban Granados. ¡Soberbio!
Hay voces escondidas en la intimidad de los camerinos. Nunca se conocen. Pero se intuyen.
Volverán a palpitar en la noche del sábado, en la culminación de una serie final que sigue abierta.