Jicaral es un caserío de Lepanto, cuarto distrito de Puntarenas. En ese pueblo peninsular de gente noble y trabajadora, el sol se levanta, calienta gradualmente, alcanza el cenit y al gravitar el sopor de las dos de la tarde, de la tierra emerge la evocación mítica del Macondo de Cien años de Soledad. En Jicaral, como en Macondo, llueve copiosa y rabiosamente, tanto que cada vez que “huele a agua, monte adentro, en el cielo braman tambores de trueno”, cantaba Fidel Gamboa.
Pues bien, en esta región de agricultura, ganadería, comercio y fútbol, germinó el sueño del ascenso a la Primera División. Con la guía de Jeaustin Campos, Jicaral Sercoba adquirió la llave del nuevo inquilino de la máxima categoría. Hay que decir que el potencial deportivo de la región es enorme. Ahora la niñez y juventud jicaraleñas podrán agregar el fútbol y la educación física entre sus perspectivas, además de los jóvenes que labran el futuro en el Colegio Técnico Profesional de la comunidad. Es ahí donde el perfil vocacional de Jeaustin calza a la perfección. Además del avezado y laureado estratega que conocemos, su trabajo podrá fortalecer las raíces de los nuevos pinos. Con el liderazgo de Roy Barrantes y el respaldo empresarial de Sercoba y otras organizaciones, será posible crear allá una cantera capaz de alimentar no solo al primer equipo, sino también a entidades cercanas como Puntarenas F. C. y la Asociación Deportiva Guanacasteca.
Por dicha, los últimos ascensos a Primera División han sido alentadores; Grecia desempeña un digno papel y San Carlos es el campeón nacional. En esa tesitura, Jicaral debe ir mucho más allá de sobrevivir en la categoría, objetivo que se visualiza factible con la continuidad del timonel, a quien se agrega la incorporación de don Jorge Alarcón en la gerencia deportiva. La amistad que los une y los pergaminos que ostentan, los convierte en una yunta capaz de soportar el peso del sol, la furia del agua y cuantos obstáculos se interpongan. Precisamente, contar con un estadio propio es una cruzada que Campos y Alarcón tendrían que liderar en Jicaral, para que los azules reciban a los rivales en el corazón de su tierra indómita, allá donde el sol brilla y quema, donde también huele a agua y, monte adentro, braman tambores de trueno.