El Ministro de Hacienda ha venido presentando, en distintos foros, su plan de reforma tributaria titulada Un tributo a Costa Rica . En ella, el Gobierno propone aumentar la carga impositiva en 2,5% del PIB, tal y como fue anunciado desde la campaña electoral. Eso equivale a que los ticos tendremos que tributar unos ¢450.000 millones adicionales por año, lo que son cifras mayores y difíciles de digerir.
La argumentación del Ministro empieza diciendo que el déficit fiscal aumentó significativamente en los últimos 2 años, por una combinación de más gasto público y menos recaudación de impuestos, producto de la crisis. Como el país tiene una carga tributaria relativamente baja, comparada con otros países de Latinoamérica, y además tiene muchas demandas insatisfechas (seguridad, educación, infraestructura, etc.), el Ministro concluye que no queda otro camino que aumentar impuestos. Si no se hace, no quedaría otra opción más que endeudarse fuertemente, poniendo en peligro la estabilidad financiera del país. El Ministro admite que la solución no es fácil y que la propuesta debería ser compresiva, racionalizando el gasto y haciendo reformas para cobrar mejor los impuestos, al tiempo que se presenta la reforma tributaria. Sin embargo, la propuesta que presenta no es balanceada, ya que se concentra en la reforma, sin entrarles a fondo a los otros dos aspectos.
La oposición del pueblo –mejor no hablemos de la oposición política– vendrá por dos flancos. Por un lado, habrá los que se quejen porque tendrán que pagar más impuestos, sabiendo que hay muchos otros que no lo hacen, aunque deberían, por distintas “matráfulas”, “chorizos” o privilegios obtenidos. Por otro lado, habrá otros que se quejarán porque los obligan a pagar más impuestos, sin que estén recibiendo a cambio más y mejores servicios de parte del Estado. Y es que la historia de los últimos 25 años ha sido repetitiva. Se han presentado múltiples reformas, sin que se perciba que los recursos frescos que le entran al Estado se utilicen de una manera cada vez más eficaz. La carga tributaria, si bien disminuyó en el ultimo año producto de la crisis, la verdad es que aumentó 2,5 puntos del PIB entre 1985 y 2008. El gasto del Gobierno Central, de igual manera, creció cerca de 3 puntos del PIB en ese mismo período, sin que se perciba un aumento equivalente en la calidad y eficiencia del servicio que este brinda. Se corre el peligro, por lo tanto, de que esta reforma sea inútil si no viene acompañada de una propuesta seria de responsabilidad fiscal, en la que el Gobierno se comprometa a racionalizar el gasto, a mejorar sus servicios, y a no repartir los recursos adicionales que reciba en forma de beneficios a los diferentes grupos que, definitivamente, lo presionarán. Si no se hace así, podría terminar siendo, más bien, un “tributo a la ineficiencia”.