Geografía elemental. En un mapamundi escolar, trazamos dos líneas verticales a lo largo de los meridianos 30º E y 130º E. Luego completemos un rectángulo con las líneas horizontales del ecuador y del paralelo 40º N. Los vértices del rectángulo quedarán en Turquía, Uganda y dos puntos del Pacífico: uno frente a Corea del Norte y otro cercano a la ciudad indonesia de Kabolaa. En ese rectángulo habita cerca de la mitad de la especie humana y, en cuanto a lo que ocurre dentro de él, diremos que ahí vive la mayoría de los pueblos más infortunados de la tierra. Nos vienen a la mente los nombres de Afganistán, Kurdistán, Yemen, Siria y otros territorios mencionados con poca frecuencia en la prensa occidental, pero estamos seguros de que casi nadie pensará en el grupo étnico y religioso más perseguido y, a la vez, más desprotegido del mundo, el de los rohinyás de Myanmar, país hasta hace poco conocido como Birmania y hoy presidido por la nobel de la paz Aung San Suu Kyi, sumisa heredera de una sórdida dictadura militar budista que gobernó durante más de medio siglo.
Al parecer, los únicos elementos de unidad de Myanmar son las fuerzas armadas y una intolerante corriente del budismo. Ahí se reconocen oficialmente más de un centenar de grupos étnicos, algunos de los cuales reciben la denominación de naciones étnicas, pero los rohinyás ni siquiera son aceptados como ciudadanos de Myanmar y son víctimas de un programa de aniquilación que no se detuvo ni cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya, ante la cual compareció la flamante nobel-presidenta a negar los cargos de limpieza étnica, ordenó al Estado militar budista el «cese del genocidio». Mientras tanto, 900.000 rohinyás, de los que más de la mitad son niños, fueron obligados a huir a la vecina Bangladés y los restantes permanecen en Myanmar en condiciones que solo pueden ser descritas como campos de concentración.
Ahora, los rohinyás refugiados en Bangladés correrán una suerte tal vez peor. El gobierno comenzó su traslado forzado a una isla sedimentaria de tan solo 38 kilómetros cuadrados, llamada Bhasan Char —que significa isla flotante—, donde, expuestos a terribles condiciones sanitarias, más que duplicarán la densidad demográfica de la ciudad de Nueva York. Y el mundo civilizado guarda silencio.
El autor es químico.