Columnistas

Polígono: Mansedumbre

Cuando leo en las noticias que un grupo fascista o supremacista racial o religioso llegó al poder, pienso que alguien los convenció de que las fieras ya no atacan.

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Si las advertencias nada remedian, queda el recurso de las anécdotas, que son parte de la realidad y, si se recuerdan bien, a veces sirven para algo. Está viva en mi memoria una escena percibida desde el interior de una buseta de turismo, en una carretera africana. En ambos lados de la ruta se veían grupos de leones e, incluso, pasé —sin bajarme del vehículo, Dios no permita otra cosa— debajo de un gigantesco árbol en cuyas ramas descansaban, ¡oh félidas odaliscas!, media docena de leonas. Dentro del encierro metálico que me protegía, nada de muecas excepto para tomar unas fotos de las fieras —belleza de mundo aquel en el que todavía no existían los selfis y uno captaba más con la mirada que con el celular—.








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