Los resultados económicos y sociales de Costa Rica en los últimos dos años han sido buenos, pero frágiles. Esa es una de las principales conclusiones del Informe Estado de la Nación 2017.
La producción ha crecido moderadamente, la inflación ha sido baja y el desempleo se ha reducido ligeramente. Al sumarle un incremento en la ayuda social, los ingresos de los hogares para casi todos los grupos han aumentado y, en consecuencia, hay menos familias en situación de pobreza.
Sin embargo, buena parte del impulso al crecimiento de la producción viene de factores coyunturales externos. Las bajas tasas de interés a escala mundial han significado acceso a financiamiento externo abundante y barato. Los bajos precios del petróleo de los últimos dos años han sido un gran alivio para el bolsillo de todos. Esos dos factores ya empiezan a revertirse, y generarán, más bien, un efecto negativo sobre la producción de aquí en adelante.
La disminución en el desempleo ha sido el resultado, más que todo, de un aumento de puestos en el sector informal y a la salida de gente del mercado laboral, desalentadas por no encontrar trabajo. Además, dado que la calidad de la educación sigue siendo deficiente, la creación de puestos de trabajo en los sectores más dinámicos de la economía no son aprovechados por buena parte de la población.
Las transferencias de los programas sociales, que han auxiliado a muchas familias a salir temporal y parcialmente de la pobreza, corren peligro de ser recortadas ante la mala situación fiscal aún no resuelta.
Que los buenos resultados económicos y sociales de estos últimos dos años hayan sido causados mayoritariamente por factores coyunturales, y no por cambios estructurales, torna difícil que se puedan mantener. De ahí que el Estado de la Nación concluya que la postergación de decisiones difíciles — “patear el tarro” hacia adelante— es un lujo que Costa Rica ya no puede seguir dándose.
Se necesita un diálogo nacional. Uno donde todas las partes entiendan que, para asegurar un futuro mejor, tendrá que haber sacrificio de todos. Se trata de salir de la zona de confort –privilegios– en que muchos están, con el fin de buscar una mejor situación para todos, que sea sostenible a largo plazo.
Lo difícil es lograr ese diálogo en un ambiente electoral, cuando los candidatos buscan convencer al electorado que durante su presidencia todo será mejor.
El autor es economista.
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