Fantásticos avances de la ciencia deslumbran la imaginación con el perfil de pasmosos horizontes, pero ese resplandor contrasta con las realidades del entorno social y político. El telescopio espacial James Webb lleva nuestra mirada hasta el último confín del universo, pero seguimos miopes ante la gravedad de nuestra biósfera inmediata.
Incertidumbres atrapan nuestras certezas en contradicciones. Entre luces y sombras, nunca las discrepancias han sido tan profundas. Los derechos humanos en su arquetipo testimonial rompen las barreras de las definiciones de los géneros humanos y empujan nuestro deber de tolerancia hacia límites hasta hace poco impensables.
Pero ese alcance de sublime humanidad exhortativa disiente de brechas sociales y su bagaje de discriminación, pobreza, inequidad, racismo, misoginia y asimetrías de todo tipo.
Los mundos que deseamos distan de los mundos que podemos. Lo político, lo social, lo ambiental, lo internacional, todo se degrada sin remedio. Ian Kershaw, historiador que vivió una época así, la describió como un “descenso a los infiernos”. Ese declive culminó en la Segunda Guerra Mundial. La especie humana no sobreviviría llegar otra vez a ese punto.
Pero, en vez de alimentar encuentros, se cultivan alianzas de oposiciones. La aldea global llegó cargada de heterogeneidades. En vez de emular los avances chinos en combate a la pobreza, desarrollo territorial, innovación tecnológica y acceso masivo a infraestructura, educación y salud, lo que se enfatiza es su emergencia hegemónica que se presenta en sí misma como “peligrosa”. Contra ella se convocan nuevos ententes de riesgos incalculables. ¡Qué ciega temeridad!
Pero el cambio climático, que justifica urgente y eficiente acción concertada, queda en insuficientes foros anuales. Ahí se manifiesta la impotencia de superar intereses nacionales ante necesidades colectivas.
La pandemia desnudó el absurdo de un mundo escindido. El acceso privilegiado a la vacunación de países ricos creó nuevas variantes, que amenazan a quienes se sentían protegidos con varias inoculaciones.
Entre tanto trance, resalta la crisis de gobernanza global, el multilateralismo paralizado y la democracia inacabada. Necesitamos repensarlo todo y no queremos hacerlo. Los 25 de más de lo mismo nos lo recuerdan en estas elecciones.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.