Los egos y las vanidades personales salieron a relucir en un momento bastante inoportuno en la Asamblea Legislativa.
Algunos diputados pusieron el grito en el cielo debido a que la administración del Congreso retiró de las curules las plaquitas donde figuraban sus nombres.
La medida pretendía ganar tiempo y ahorrar dinero mediante la reutilización de esos rótulos para elaborar los de los nuevos diputados, que asumirán el cargo el 1.° de mayo.
Sin embargo, como si se tratara de un sacrilegio o una profanación, varios congresistas paralizaron el plenario para exigir que volvieran a poner sus nombres donde estaban.
¡Qué cosa tan extraña! Parecía que la falta de la dichosa plaquita les estuviera despojando de facto de su investidura y de sus potestades.
Tal parecía que, a falta del distintivo, ya no iban a reconocer la silla que utilizaron durante tanto tiempo ni recordar quién es la persona sentada a su lado.
Inmersos en esta crisis existencial, se escucharon voces que calificaron lo ocurrido de “falta de respeto” y de afrenta a la “dignidad” del legislador.
Dicho episodio ocurrió el pasado martes, en momentos en que los diputados salientes intentaban apurar el trámite de una larga lista de proyectos rezagados.
Entre estas iniciativas figuraban la ley de voluntades anticipadas, la reforma de la ley de aduanas y la eliminación de un millonario aporte de Recope al fondo de ahorro de sus empleados, financiado con el precio de los combustibles.
Ante semejante rabieta, la administración del Congreso volvió a colocar los rotulitos de los legisladores que lo solicitaron para que la sesión se reanudara.
Ese mismo día unos 40 diputados mandaron a pegar sus retratos en las curules del antiguo plenario, los cuales preservarán sus nombres por haber sido los últimos usuarios.
Dicho recinto, que dejó de ser utilizado en octubre del 2020, tras la mudanza al nuevo edificio del Congreso, quedó como una especie de museo.
Allí se podrán recordar, con fotografías y plaquitas incluidas, los éxitos y desaciertos de esta camada de legisladores, así como su último berrinche.