Olivier Castro, presidente del Banco Central, en su artículo del pasado 4 de mayo, titulado “Banco Central, inflación y crecimiento económico”, expone claramente los efectos perniciosos de la inflación. Entre más suban los precios, más difícil es para los pobres adquirir lo necesario para vivir dignamente. Por eso hay que reconocer que el esfuerzo del Banco Central por bajar la inflación es positivo y deseable.
El 10 de mayo aparece un artículo del economista Gerardo Corrales, bajo el título “Difiero de Olivier Castro”. En él esboza sus argumentos de por qué discrepa de don Olivier en cuanto al énfasis que pone el Banco Central en buscar una inflación baja, pues eso va contra la solución de un problema aún más grave: el desempleo.
Las cifras recién publicadas por el INEC confirman la preocupación de Corrales. El desempleo sigue estancado en un 9,5%, y la cantidad de gente que sí tiene trabajo, en lugar de aumentar, disminuye. De ambos artículos surge la pregunta: ¿Qué puede hacer el Banco Central para reducir el desempleo?
Castro contesta que poco puede hacer, más allá de mantener la estabilidad de los precios. Corrales alega que el Central debería bajar las tasas de interés y provocar una devaluación del colón, para así generar más inflación, crecimiento y empleo.
Coincido con Corrales en que las tasas de interés reales aún se mantienen altas, señal de que el Banco Central ha sido lento en bajarlas ante la caída de la inflación, lo cual no ayuda al crecimiento económico. Pero no coincido en que una mayor inflación produce, automáticamente, más crecimiento y empleo. Inflaciones altas significan mayores costos de producción, lo que resta competitividad al sector productivo. Además, como apunta don Olivier, existen problemas estructurales en el mercado laboral, que no permiten la generación de más empleos, aunque la economía crezca.
Tampoco es cierto que una devaluación forzada genere una mejora automática de competitividad. En Costa Rica, los precios y salarios se ajustan muy rápido ante una devaluación, borrando así casi toda la ventaja que se buscaba.
Si la devaluación fuese repentina y brusca, tal vez habría alguna ganancia en competitividad más prolongada. Pero eso tendría efectos muy negativos sobre la economía, principalmente en el sistema financiero.
En lugar de buscar medidas paliativas a corto plazo, la discusión debería enfocarse en cómo resolver los temas estructurales del país, que generan que el colón se aprecie, que minan la competitividad del país y que no permiten la generación de más empleos.
Luis Mesalles obtuvo su doctorado y maestría de Economía en The Ohio State University y su bachillerato en Economía en la Universidad de Costa Rica. Actualmente, es socio consultor de Ecoanálisis y gerente de La Yema Dorada. Participa en varias juntas directivas. Anteriormente, fue vicepresidente de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica, presidente de Academia de Centroamérica, profesor en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Stvdium Generale.