Salvo un imprevisto, la reforma legislativa para limitar la reelección de alcaldes parece destinada a convertirse en ley con una significativa omisión. A diferencia de otros altos funcionarios, a los gobernantes locales no se les prohíbe la beligerancia política. Es usual ver al alcalde a la cabeza del acto de recibimiento del candidato presidencial de su partido o del aspirante a diputado de la zona. Nada le impide distraer tiempo de sus labores para participar en la contienda electoral.
Las razones para abolir esa beligerancia se parecen a las que fundamentan el límite a la reelección y son idénticas a las existentes para exigir neutralidad a muchos otros funcionarios. Los alcaldes, como los ministros, están a cargo de la administración de fondos públicos y la ejecución de políticas de alcance general. Sus decisiones deben estar libres de la influencia de la campaña electoral.
Si la prohibición de la reelección indefinida se justifica, en parte, por la necesidad de eliminar la tentación del clientelismo en beneficio propio, no tiene sentido dejar vigente la posibilidad de cultivarlo en provecho del partido o de candidatos que más tarde podrían devolver el favor.
Si el límite a la reelección permite renovar el mandato una sola vez, hasta completar ocho años en el poder, como lo estipula el texto más reciente, siempre existirá la posibilidad de gobernar con ese objetivo en mente durante el primer período, pero la prohibición de la beligerancia pone coto a las actuaciones guiadas por intereses exclusivamente políticos. También limita el desarrollo de compromisos con fuerzas ajenas a la municipalidad.
La prohibición beneficia al alcalde dedicado al buen gobierno de su cantón. Sirve de escudo frente a las pretensiones de poner a los concejos al servicio del partido y sus candidatos. También aleja las distracciones e interferencias de la política nacional. Cuando las municipalidades eligen a sus gobernantes, el país queda a dos años de la elección presidencial y legislativa. La precampaña se proyecta sobre los ayuntamientos casi de inmediato, sin dar respiro.
Los gobiernos locales deben concentrar sus energías en lograr el avance de sus comunidades, así como se espera de los integrantes del Poder Ejecutivo una gestión eficiente y neutral, orientada por los intereses generales y no por la divisa partidaria. Ese es el próximo gran paso, si no hubiera posibilidad de darlo de inmediato, porque también es urgente.
Laboró en la revista Rumbo, La Nación y Al Día, del cual fue director cinco años. Regresó a La Nación en el 2002 para ocupar la jefatura de redacción. En el 2014 asumió la Edición General de GN Medios y la Dirección de La Nación. Abogado de la Universidad de Costa Rica y Máster en Periodismo por la Universidad de Columbia, en Nueva York.
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