No puede uno quedarse indiferente ante lo que esta sucediendo en Venezuela. La crisis política sumada a la económica han hundido al pueblo venezolano en un gran sufrimiento.
La producción de Venezuela cayó cerca de 18% en el 2016. El desempleo ronda el 18%. Se calcula que los precios se multiplicaron por cinco veces en un año. Otras fuentes dicen que fue por ocho veces. Aun cuando el presidente Nicolás Maduro haya decretado cuatro aumentos del salario mínimo durante el 2016, a la gente no le alcanza el dinero para comprar lo básico, cuando lo puede encontrar en los anaqueles vacíos de las tiendas.
Ante tal desastre económico, no es de extrañar que la pobreza se haya disparado. Según una encuesta de cuatro universidades venezolanas, el 82% de las familias de ese país se encuentran en situación de pobreza, y poco más de la mitad de las familias están en pobreza extrema. Según la misma encuesta, los venezolanos han perdido un promedio de 8,5 kilos por persona debido a la escasez de alimentos.
El presidente Maduro culpa a factores ajenos a él: la caída de precios del petróleo (que ciertamente ha afectado), a sus opositores políticos y al imperialismo yanqui que lo quieren derrocar y a los empresarios que no quieren producir y acaparan productos para especular.
Con esas excusas, y muchas otras más, Maduro ha ido acomodando la institucionalidad a su favor, coartando libertades individuales y callando cualquier oposición política para así permanecer en el poder. Lo último fue el autogolpe de Estado, en el que el Tribunal Supremo de Justicia disolvió el Parlamento (controlado por la oposición) y asumió sus funciones.
En un ambiente económico tan paupérrimo y un ambiente político tan incierto, no es de extrañar que tanto venezolano haya optado por salir huyendo de su país. No es de extrañar tampoco que los empresarios no quieran invertir o producir. ¿Quién va a arriesgar su dinero cuando existe una altísima probabilidad de que, de un pronto a otro, el gobierno cambie las reglas?
Sabemos que en Costa Rica no todo es perfecto, pero en lo que es la defensa de la democracia y la libertad sí que nos hemos distinguido en Latinoamérica. De ahí que sea nuestro deber levantar la voz en contra de la violación de los principios básicos de democracia y libertad en Venezuela y en defensa de ese pueblo tan cercano al nuestro, geográfica y sentimentalmente.