Ernesto Sabato no fue capaz de comprender la complementariedad de la ciencia y el arte, por eso dejó la física y las matemáticas para dedicarse a la escritura.
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El efebo más bello de Atenas quería el cuerpo de Sócrates. Pero este nunca se lo dio. ¿Qué hizo en su lugar?
Sócrates pudo proclamar allá lejos y hace tiempo: “Soy el hombre más sabio de Grecia porque solo sé que no sé nada”. ¡Una exageración!