El redondel lleno (y los televidentes) gozó con los accidentes de los toreros “improvisados” y los “profesionales”. Fue un buen negocio, dijo el empresario que pagó ¢520 millones por organizar las corridas.
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Cuando las fiestas de fin de año de Zapote empezaron, en 1969, los puestos se asignaban como todavía ocurre en turnos de pueblo.
Con estos dos animales, llamados “majestades” por los conocedores, y una selección de otras 250 bestias de la mano de ocho ganaderías nuevas y tradicionales, se realizarán las corridas.