Entre la cautiva afición vestida de rojo, el rostro de aquel niño se convirtió en el símbolo vivo de la euforia, mientras Costa Rica daba el primer paso de una inesperada proeza mundialista.
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¡Qué dulces son las lágrimas de victoria!, esas que brotan por la alegría de un triunfo histórico, como el de la Selección Nacional ante Uruguay.