Puntarenas. Hay victorias de “seis puntos”, aunque la aritmética, la lógica y el reglamento aseguren que no son más que tres.
Precisamente, el 3 a 0 de Puntarenas sobre San Carlos revistió esa característica. ¡Por partida doble!
La ley del futbol dicta que se gana más si se derrota a un rival directo; es decir, si se vence al adversario con el que un equipo disputa un mismo puesto en la clasificación.
La pelea puede ser en la cima, a media tabla o en la oscuridad. Y parece mentira, pero en las vecindades del drama también se cuecen triunfos de campanillas, como el que labró ayer el Puerto tras 90 minutos a punta de sudor, fuelle y pulmón en “¡tierra de tiburones!”.
San Carlos fue un digno rival. Hay que decirlo, los del norte tuvieron el santo de espaldas prácticamente desde el arranque, cuando desperdiciaron un remate desde el punto de penal, al minuto siete.
En una decisión rigurosa, Henry Bejarano sancionó la pena máxima, luego de que Darío Delgado saltó sobre Cleber Lucas.
Se encargó de cobrar Verny Scott. La bala blanca se disparó a la esquina de mano izquierda del guardameta Carlos Díaz, quien repelió el trallazo con una reacción fantástica. ¡Díaz, felino!
Y en cuestión de seis minutos, al 13’, un tiro libre de Diego Brenes dio en la mano del sancarleño Bryan Vega. Penal en el arco visitante.
La ejecución fue certera en pies de Johan Venegas. En consecuencia, Puntarenas abrió la cuenta de un duelo parejo, aunque con una mayor frecuencia ofensiva local.
La ventaja parcial motivó a los de casa. Con el fervor de su gente, los hombres piel naranja se afanaron y lograron copar los hilos del mediocampo, merced a la notable actuación conjunta de Diego Brenes, Johan Venegas y Ricardo García; este último, en una notable misión de polea y arquitecto.
No obstante, los pupilos de Johnny Chaves también movían opciones en las cercanías del arquero Carlos Díaz, de gran actuación.
Precisamente, al golpe del minuto 40, una nueva incursión de San Carlos derivó en una clara falta de penal. Sin embargo, el juez Henry Bejarano dejó seguir la acción, amparado a la llamada “ley de la ventaja”. Al fin de cuentas, la pelota se escapó del terreno.
Esa fue una de las reiteradas y erráticas acciones en las que incurrió ayer el árbitro Bejarano. Enfundado en un asfixiante uniforme negro, evidenció en muchos tramos un afán excesivo de lucimiento personal, que lo sacaba de concentración. Tres veces el árbitro se interpuso por accidente entre los contendientes y el curso de la pelota.
Autogol de guardameta. Al promediar el segundo capítulo, al 62’, Cristian Blanco (buen relevo) cobró un tiro de esquina. Hubo un rebote defensivo. La pelota se disparó hacia arriba. Y bajó en forma perpendicular. Entre tanto, Danny Carvajal, arquero visitante, no le perdía la vista. Pero hizo un mal cálculo y con sus guantes impulsó el balón al fondo de su valla. Autogol.
El desánimo cundió en las filas rojiblancas. De nuevo, el renovado perfil de Cristian Blanco facilitó los avances del equipo local, donde además de Blanco destacaban Venegas, Bosques y Daniel Quirós, quien logró el 3 a 0 al minuto 80.
Hay victorias de “seis puntos”, por la importancia vital que revisten. Como la que logró ayer el Puerto, un náufrago que transpira, respira y se aleja de la oscuridad.