El apretado lance entre Yosimar Arias, mediocampista del Herediano, y Francisco Calvo, zaguero del Saprissa, en el partido entre florenses y morados del sábado, fue un claro ejemplo de la poca ética profesional en el fútbol de la Primera. Recordemos: Yosimar, fino mediocampista, se le barrió a Francisco en una acción temeraria que merecía, quizás, la tarjeta roja.
Pero el saprissista logró evadir el impacto. Yosimar quedó acostado en la gramilla y Calvo aprovechó para darle una patadita, algo así como un taquito de escarpín que no servía ni para espantar un zancudo. Sin embargo, el florense lanzó tal grito y se contorsionó de tal manera, que daba para creer que le habían partido en dos la columna vertebral. Dice el reglamento que se sanciona no solo una falta, sino también la intención de perpetrarla, en lo que, posiblemente, se basó el juez para decretar la expulsión de Francisco Calvo, pieza vital en el engranaje tibaseño.
Pocos minutos después, los campeones nacionales lograron equilibrar y remontar las cifras, 2 a 1. Como se ha comentado, la expulsión de Calvo –sensible, sin duda–, no fue finalmente la causa del traspié del equipo de Carlos Watson, ya que el Team ganó con suficientes méritos, gracias a su positiva reacción y, por supuesto, a la sagacidad de Hernán Medford, estratega rojiamarillo, quien acertó de lleno en sus permutas, Víctor Núñez y Johan Condega, protagonistas directos de la victoria.
Lo que vale un comentario y reflexión aparte es, precisamente, esa tendencia a la trampa, a la marrullería, a perjudicar al rival y engatusar al árbitro, trucos y artimañas que se dan en todo el mundo, ciertamente, pero aquí, en nuestro fútbol, se repiten con alarmante frecuencia.
Si hablamos de cine, digamos que aunque en esta ocasión engañó al silbatero, el papel del actor Yosimar fue sobreactuado. No califica para el Óscar. Entre tanto, Calvo, uno de los mejores futbolistas de la actualidad, se hizo acreedor a una cajita blanca, por su ingenuidad e incapacidad manifiesta de controlar el temperamento.
Jueguen fútbol, muchachos, que para eso les pagan. Y dejen de jugar de vivos, pues si por ahí enredan a los árbitros, no ocurre lo mismo con el público que observa, analiza y censura.